Europa cambia radicalmente su política agraria

El pacto cerrado por los ministros limita las ayudas para incentivar la calidad y no la producción

"Hoy es el primer día de una nueva era". Franz Fischler, el comisario europeo cuyo nombre será ya para siempre el apellido de esta reforma, saludó así el acuerdo adoptado ayer en Luxemburgo. La Política Agrícola Común (PAC), el capítulo presupuestario más importante de la Unión Europea, se adapta con este pacto a los nuevos tiempos. Las ayudas al campo ya no incentivarán, como hasta ahora, la producción, sino el medio ambiente y la calidad de los alimentos, se intentará mantener el tejido social en el campo a través del desarrollo rural, se simplifica la burocracia de las ayudas y se limitan ...

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"Hoy es el primer día de una nueva era". Franz Fischler, el comisario europeo cuyo nombre será ya para siempre el apellido de esta reforma, saludó así el acuerdo adoptado ayer en Luxemburgo. La Política Agrícola Común (PAC), el capítulo presupuestario más importante de la Unión Europea, se adapta con este pacto a los nuevos tiempos. Las ayudas al campo ya no incentivarán, como hasta ahora, la producción, sino el medio ambiente y la calidad de los alimentos, se intentará mantener el tejido social en el campo a través del desarrollo rural, se simplifica la burocracia de las ayudas y se limitan los ingentes subsidios, de los que pronto se beneficiarán una decena de socios nuevos de la Unión. El pacto se ha cerrado con el único voto en contra de Portugal.

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El acuerdo llegó tras tres interminables rondas de negociaciones iniciadas el 11 de junio pasado y tras una última reunión de 16 horas, hasta las 7.30 horas de la mañana de ayer, que mantuvo en vela a los ministros y a sus nutridos equipos técnicos. A tenor de las declaraciones posteriores, el esfuerzo ha merecido la pena. "El saldo económico para Italia es favorable", aseguró el ministro Giovanni Alemanno. "La UE ha demostrado con este acuerdo su coraje al adelantarse a la modernidad con un acuerdo excelente", clamó la británica Margaret Beckett. Incluso el ministro portugués, Armando Sevinate Pinto, el único que votó en contra por no haber logrado un trato de favor para el sector lechero de las Azores, defendió la reforma.

Fischler logró sacar adelante su reforma a cambio de otorgar a cada país prácticamente todas las peticiones puestas sobre la mesa. En contrapartida, los Quince ya habían aceptado la mayor al admitir la filosofía básica de su proyecto: abrir la puerta a un sistema que no premia la producción, con los riesgos que ello implica para los más importantes productores (con Francia a la cabeza) y para los que más ventajas sacan ahora de la PAC (España, Irlanda o Italia, además de Francia). Una puerta abierta, opinan los sindicatos, al desmantelamiento de la PAC.

El apoyo alemán a la estrategia de Fischler ha sido determinante. Alemania aporta a la PAC casi 10.000 millones de euros anuales; mucho más de lo que recibe (6.227 en 2001). Su Gobierno era partidario de desvincular las ayudas totalmente de la producción y de condicionar éstas, sobre todo, al respeto medioambiental. En el lado opuesto estaba Francia, cerrada en banda a una propuesta que le inquietaba enormemente.

Berlín, que ha ido de la mano con París frente a la invasión de Irak, ha sabido buscar el acuerdo también en el terreno agrícola. "Estábamos obligados a comprender los problemas de Francia y a encontrar un punto intermedio porque Francia y Alemania representan las dos posiciones contrapuestas en la PAC", explicaba ayer la ministra verde, Renate Künast. El eje, de nuevo, ha arrasado y España, decía ayer Miguel Arias Cañete, ha sabido trabajar en todo momento en estrecho lazo con él, a pesar de la posición española frente a esa otra guerra, la del Golfo.

"Más competencia"

Bruselas, Alemania, Reino Unido y los nórdicos (salvo Finlandia) alaban las ventajas de desligar de la producción las ayudas agrícolas. Alegan que se desincentivan los excedentes y el intensivismo y que el agricultor podrá elegir en razón del mercado. "Esta reforma es nuestra respuesta a las demandas de nuestros ciudadanos", dice el texto del acuerdo. "Nuestros productos serán más competitivos", añadió Fischler.

El mayor riesgo de la reforma, que es el del abandono de la producción en las zonas menos rentables, ha sido espantado gracias al "desacoplamiento parcial" defendido por España, Francia y, finalmente, Alemania. Habrá una sola ayuda por explotación, pero los países que lo deseen podrán mantener ciertos porcentajes de las ayudas percibidas hasta ahora ligadas a la producción, como el 25% de los cereales, que se llevan, por cierto, 17.000 millones de euros anuales, y algunas primas al bovino. Para mantener la nueva filosofía, poseer más vacas nodrizas o sacrificar más terneros no servirá para obtener más dinero de Bruselas.

El acuerdo de ayer entra en vigor el 1 de enero de 2005. Para romper las resistencias francesas, algunos países podrán demorarlo hasta 2007 y el precio de intervención de los cereales se deja intacto.

De cara al exterior, la UE asegura poder afrontar la próxima negociación de la OMC (Organización Mundial de Comercio) con la frente bien alta. "Nosotros ya hemos hecho nuestros deberes; ahora les toca el turno a otros", dijo Fischler. "Ahora, el desafío es para los demás", insistió Beckett. Bruselas cree que los subsidios europeos distorsionaban menos el comercio que los estadounidenses, pero que con esta reforma se lanza un mensaje definitivo sobre las buenas intenciones europeas de no proteger tanto su producción y facilitarle la vida a los países más pobres, algo que ponen en duda las organizaciones humanitarias. Pero ésta ya es otra historia cuyo escenario será Cancún en septiembre próximo.

El comisario de Agricultura, Franz Fischler, en su comparecencia de ayer en Luxemburgo.AFP

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