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Los partidos condenan los sucesos de Ca n'Anglada, que lucha por la normalidad

Las organizaciones que trabajan con inmigrantes piden mayor rigor contra la violencia xenófoba

El barrio de Ca n'Anglada, en Terrassa, quiere superar el miedo que ha provocado el último brote racista, desatado el pasado 3 de mayo, cuando un grupo de jóvenes de estética skind head (cabezas rapadas) apuñalaron a un ciudadano magrebí y lanzaron un cóctel mólotv al interior de un bar. La policía ha intensificado la vigilancia en el barrio y trabaja con la hipótesis de que no hay grupos racistas organizados. La organización SOS Racisme, por su parte, denunció que los grupos xenófobos actúan en un "clima de impunidad".

Pese a la preocupación por lo sucedido, nadie cree en...

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El barrio de Ca n'Anglada, en Terrassa, quiere superar el miedo que ha provocado el último brote racista, desatado el pasado 3 de mayo, cuando un grupo de jóvenes de estética skind head (cabezas rapadas) apuñalaron a un ciudadano magrebí y lanzaron un cóctel mólotv al interior de un bar. La policía ha intensificado la vigilancia en el barrio y trabaja con la hipótesis de que no hay grupos racistas organizados. La organización SOS Racisme, por su parte, denunció que los grupos xenófobos actúan en un "clima de impunidad".

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Pese a la preocupación por lo sucedido, nadie cree en el barrio que lo que ha pasado ahora tenga parangón con los sucesos racistas de hace cuatro años, cuando se llegó a atacar comercios de inmigrantes y se produjeron peleas callejeras. Ayer, el barrio aparecía tranquilo y quienes opinaban sobre el tema lo hacían para expresar su esperanza de que sea un incidente aislado.

Ca n'Anglada es un barrio de inmigrantes de siempre, pero en él conviven dos oleadas: los que llegaron en los años sesenta y consiguieron hacer digno y habitable un barrio inicialmente con muchas carencias, y los nuevos inmigrantes, muchos de ellos de origen magrebí, que comienzan ahora la misma peripecia vital que los ya instalados. Es un barrio en el que hay mucha autoconstrucción y en verano todavía pueden verse sillas en los portales. La gente sale a tomar el fresco y a charlar. Pero ahora, ya no todos tienen la misma cultura ni las mismas costumbres.

Han transcurrido cuatro años desde los incidentes racistas que sembraron el temor en el barrio. ¿Se han solucionado los problemas de convivencia? Fuentes del Ayuntamiento de Terrassa admiten que los hay, pero como en cualquier otro barrio de Cataluña que tenga un 20% de inmigrantes extranjeros. Las mismas fuentes critican a la Generalitat y aseguran que de todas las ayudas que prometió el ex consejero de Bienestar Social Antoni Comas cuando se produjo el anterior brote racista, no ha llegado nada. Apenas 6.000 euros para el comercio local.

Sharif es uno de los nuevos inmigrantes. Vivió el brote racista de 1999. "Ya ha pasado, ya hemos olvidado", dice. Atribuye los incidentes del pasado día 3 a "una pelea entre jóvenes, jóvenes que están equivocados" y destaca que "ahora los que intervienen son críos; hace cuatro años eran hombres y mujeres". Sharif se muestra confiado, pero hay muchos otros vecinos que no lo están tanto. De hecho, el miedo era ayer palpable porque se veían muchos menos magrebíes en las calles.

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Impresión de impunidad

Entre la comunidad inmigrante ha sorprendido y en algunos casos indignado que el juez decretase libertad con cargos para los skins detenidos. Tampoco lo entiende el Ayuntamiento de Terrassa. Saoka Kingole, una inmigrante que pertenece a la Federación de Colectivos Inmigrantes de Cataluña, afirma: "No podemos contar con la justicia". A Kingole la indigna "esta situación de indefensión". Y añade: "Se da la imagen de que nadie paga las consecuencias de hechos tan graves, protagonizados además por jóvenes que tienen antecedentes por violencia racista". Fuentes de la policía confirman que algunos tienen antecedentes por actos de violencia, pero recalcan que ninguno de los detenidos ahora participó en los incidentes de 1999.

Entre las organizaciones que trabajan con inmigrantes existe la impresión de que los violentos actúan con cierta impunidad. Así lo cree el presidente de la asociación de inmigrantes CITE, Ghassan Saliba, que insiste en separar el problema de los grupos organizados "paramilitares" y los conflictos de convivencia en el barrio. "Lo más preocupante es que haya grupos organizados", asegura Saliba. La policía, sin embargo, asegura no tener constancia de ello.

La organización SOS Racisme denunció también ayer que en el barrio de Ca n'Anglada ha habido incidentes racistas menores en "un clima de impunidad". La asociación antirracista criticó la "falta de soluciones efectivas y políticas reales que fomenten la convivencia en Cataluña". "No hay un marco legal que garantice la igualdad y faltan recursos sociales", explicó Begoña Sánchez, una de los portavoces de la organización.

Para SOS Racisme, "las bandas de skins representan la forma más extrema del racismo que se está instalando en Europa, hecho que creemos que está directamente conectado con el actual crecimiento en Europa y España de partidos políticos de extrema derecha y la expansión de su discurso a otras formaciones".

El Ayuntamiento de Terrassa ha prestado una atención especial a este barrio, con medidas destinadas a fomentar la convivencia y evitar los conflictos. Por ejemplo, con programas de promoción del deporte entre los jóvenes, el refuerzo de la red de servicios sociales, la actuación de dos mediadores cívicos y facilitando el reagrupamiento familiar. Además, se han intensificado las actuaciones sobre el epacio físico, con la promoción de nuevas viviendas, la mejora de los colegios y la rehabilitación de espacios degradados.

Riesgo de exclusión

Entretanto, la Asociación de Vecinos de Ca n'Anglada está dividida. Unos quieren representar a todo el barrio, otros se resisten a propiciar espacios de intercambio. Hay mucha gente a la defensiva. Pero lo que está claro es que todos quieren quitarse de encima el estigma de barrio racista y recuperar la confianza. Núria Alcalá, del Centro de Información a los Trabajadores Extranjeros de Comisiones Obreras, trabajó mucho hace cuatro años. Alcalá cree que no se ha hecho lo suficiente para facilitar la convivencia y para ayudar a los jóvenes. Jóvenes sin trabajo, con mucho tiempo libre y con riesgo de exclusión social, tanto si son hijos de viejos como de nuevos inmigrantes.

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