Columna

Ellos

Ellos nos infravaloran. Ellos, los políticos. Los que piensan que para que entendamos lo que ocurre tienen que ilustrar su discurso con ejemplos simples. Ellos. Son capaces de utilizar a las víctimas para hacer efectista su discurso: si tú me sacas la foto del niño sin brazos, yo te devuelvo la jugada con los ejecutados por Fidel Castro. Como si estuvieran jugando a esas cartas infantiloides que se han inventado los norteamericanos para que sus soldados tengan el aliciente de capturar al enemigo como en un juego de rol. Ellos, con su simpleza argumental, nos insultan.

Nos toman por ese ...

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Ellos nos infravaloran. Ellos, los políticos. Los que piensan que para que entendamos lo que ocurre tienen que ilustrar su discurso con ejemplos simples. Ellos. Son capaces de utilizar a las víctimas para hacer efectista su discurso: si tú me sacas la foto del niño sin brazos, yo te devuelvo la jugada con los ejecutados por Fidel Castro. Como si estuvieran jugando a esas cartas infantiloides que se han inventado los norteamericanos para que sus soldados tengan el aliciente de capturar al enemigo como en un juego de rol. Ellos, con su simpleza argumental, nos insultan.

Nos toman por ese granjero de Oklahoma que nunca verá en la tele la cara de una víctima iraquí y que, por tanto, celebra las hazañas bélicas, limpias y sin sangre, de su presidente. Pero ¿y nosotros? Nosotros vivimos en Europa, tenemos cierta educación política, queremos opinar, nuestros pobres tienen un nivel de vida más alto que el de los americanos pobres, creemos en la sanidad y educación gratuitas, a nosotros los medios de comunicación nos enseñan la ferocidad de las guerras, vemos la cara de las víctimas, podemos valorar si una idea (¿la democracia, la libertad?) merece la pena hasta el punto de dejar a un individuo sin familia, sin brazos, sin esperanza.

Más aún, algunos de nosotros pensamos que no hay víctimas de segunda y de tercera. Que unas víctimas no sirven para tapar otras. Y el discurso de Fidel Castro nos parece patético. No sólo por estas ejecuciones, ¡por favor!, nos parecía patético mucho antes, e inmorales esas fotos que se hacían intelectuales y artistas del brazo del comandante de un régimen que justificaba los presos políticos (patético Oliver Stone y su admiración infantil por el dictador machote).

Hay una izquierda, desde hace ya tiempo, que reclama su lugar ideológico, que piensa que es posible una mayor igualdad social sin necesidad de acabar con la disidencia. Una izquierda que está contra la guerra pero no olvida la inmoralidad que supone que en un lugar de nuestro país haya quien vive sin libertad de expresión y amenazado de muerte. Hay una izquierda que no es tan rancia como la pinta el señor Aznar, ni tan rancia como desearían algunos líderes de izquierda. Pero está visto que ellos van por un lado y nosotros por otro.

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