Tribuna:AMENAZA DE GUERRA | La posición de Francia

La globalización de la política de masas

La globalización ha adoptado una nueva forma: la política de masas global. Naturalmente, las protestas políticas han sido globales durante décadas, como han demostrado las pasadas marchas en contra de la guerra de Vietnam, de las armas nucleares y de la propia globalización. Las revoluciones de 1989 y 1991 en Europa del Este y en la antigua Unión Soviética cubrieron una región enorme durante meses. Pero las protestas contra la guerra de Irak revelan una nueva dinámica. Hasta 10 millones de manifestantes en cerca de 60 países y 600 ciudades salieron a las calles a la hora prevista en un solo dí...

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La globalización ha adoptado una nueva forma: la política de masas global. Naturalmente, las protestas políticas han sido globales durante décadas, como han demostrado las pasadas marchas en contra de la guerra de Vietnam, de las armas nucleares y de la propia globalización. Las revoluciones de 1989 y 1991 en Europa del Este y en la antigua Unión Soviética cubrieron una región enorme durante meses. Pero las protestas contra la guerra de Irak revelan una nueva dinámica. Hasta 10 millones de manifestantes en cerca de 60 países y 600 ciudades salieron a las calles a la hora prevista en un solo día, el 15 de febrero, demostrando que, ahora, la política de masas se puede abordar globalmente.

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Las comunicaciones y los medios informativos han permitido a la larga efectos imitadores: las protestas en un lugar desencadenan acciones similares en otra parte. El destronamiento del rey Luis Felipe de Francia, en 1848, fue impulsado por el telégrafo recién introducido en Alemania, y puso en marcha la revolución. Las imágenes en televisión de la caída del muro de Berlín espolearon cambios revolucionarios por todo el antiguo bloque soviético. En otras ocasiones, protestas como las marchas del primero de mayo se transformaron en una movilización social extendida, como sucedió en Francia el 1 de mayo de 1968.

Lo que distingue a las recientes protestas de masas contra los planes de Estados Unidos de una guerra contra Irak es que el evento del 15 de febrero se planeó con antelación, con un corto plazo de aviso, para una fecha concreta y con un objetivo explícito de magnitud mundial. Aparentemente, la decisión de utilizar el 15 de febrero como una jornada de protesta de masas se tomó en una reunión de activistas en el Forum Social Europeo de Florencia en noviembre del año pasado. En noventa días, estos organizadores han puesto en marcha a más de cinco millones de manifestantes en todo el mundo.

Existen tres explicaciones para este fenómeno:

1) Internet permitió una rápida divulgación mundial de los planes de organización a un coste extraordinariamente bajo para los organizadores.

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2) La acción de masas depende de las organizaciones locales que toman la iniciativa, basada en un plan global vagamente definido. Esto es lo que los teóricos de la red llaman comportamiento "auto-organizativo". Al tiempo que cada unidad tomaba sus propias medidas, estas acciones locales se comunicaban al resto del mundo a través de páginas web que seguían y difundían los planes globales, y que también ofrecían información, consejo y aliento.

3) Un problema común para todo el mundo: la perspectiva de una guerra en Irak.

Además, había un cuarto aspecto concreto que contribuyó a alimentar las protestas globales: el grado excepcionalmente alto de arrogancia e ineptitud mostrado por la Administración Bush. El secretario de Defensa de EE UU, Donald Rumsfeld, provocó la ira generalizada al despreciar burlonamente a la opinión pública mundial. Su inmaduro ataque a la vieja Europa indudablemente ayudó a sacar a millones de personas a la calle.

En una era de comunicación de masas ya no es posible "actuar para el público nacional" sin que el mundo también escuche. El estilo jactancioso de George W. Bush queda bien en Tejas, pero no en París o Berlín. Es poco probable que las protestas mundiales detengan los planes de guerra de la Administración Bush, pero ayudarán a definir las ramificaciones políticas, de seguridad y económicas de un conflicto bélico de este tipo. Es probable que la guerra siga adelante porque EE UU es capaz de llevar a cabo la fase militar de la misma por su cuenta, y porque el Gobierno de Bush no tiene una manera fácil de echarse atrás de su movilización militar.

Por otra parte, la incertidumbre sobre la guerra está perjudicando la economía de Estados Unidos (y las economías de otros sitios), al provocar un aplazamiento de los planes comerciales y una caída de la confianza del consumidor. Si el estancamiento se prolonga tediosamente, la débil economía amenazará la reelección de George W. Bush en noviembre de 2004. Sus asesores políticos podrían muy bien aconsejarle que pronto será "ahora o nunca" para empezar la guerra.

Pero EE UU pagará muy caro el empezar una guerra en contra de la opinión pública mundial. A menos que justifique sus actos -por ejemplo, en el caso de que Sadam Husein lance armas de destrucción masiva que unan al mundo en su contra, o si Naciones Unidas descubre armas nucleares ocultas en el desierto iraquí-, los sentimientos antiestadounidenses, y el terrorismo, desatado por la guerra, probablemente serán masivos.

Al pueblo estadounidense nunca se le ha informado de las inmensas cargas financieras y políticas que le esperan, y no está preparado para soportarlas. Estados Unidos ya se enfrenta a enormes déficit fiscales y a un recorte de los programas populares, incluso antes de que se hayan tenido en cuenta los gastos de la guerra y sus secuelas.

La llegada de medios de comunicación baratos e instantáneos es definitiva. El 15 de febrero demostró que la gente de todo el mundo los utilizará para exigir su derecho de ayudar a definir las decisiones políticas globales.

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