Tribuna:GOLF | La guerra de los sexos

Y sin testosterona

En comparación con el hombre, el cuerpo de la mujer apenas produce una hormona llamada testosterona, la hormona masculina por excelencia, responsable de los caracteres sexuales secundarios del varón. Algunos de estos caracteres, como la hipertrofia (o anabolismo) de los músculos, le otorgan al sexo masculino una clara ventaja sobre el femenino en la mayoría de los deportes. Sobre todo, en aquéllos en los que las cualidades físicas, como la fuerza o la resistencia, son determinantes en el rendimiento deportivo: halterofilia, atletismo en todas su disciplinas, natación, ciclismo... Entre estos d...

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En comparación con el hombre, el cuerpo de la mujer apenas produce una hormona llamada testosterona, la hormona masculina por excelencia, responsable de los caracteres sexuales secundarios del varón. Algunos de estos caracteres, como la hipertrofia (o anabolismo) de los músculos, le otorgan al sexo masculino una clara ventaja sobre el femenino en la mayoría de los deportes. Sobre todo, en aquéllos en los que las cualidades físicas, como la fuerza o la resistencia, son determinantes en el rendimiento deportivo: halterofilia, atletismo en todas su disciplinas, natación, ciclismo... Entre estos deportes no se encuentra el golf. Aunque conviene matizar.

Desde el punto de vista cardiaco y pulmonar, el golf es un deporte que impone unas demandas físicas moderadas a quien lo practica. Incluso accesibles para casi todas las personas sanas de ambos sexos, sean deportistas o no. El gasto calórico de un partido de golf a nivel competitivo es bastante pequeño en comparación con el de otros deportes: unas 6 kilocalorías por minuto o un total de 600-1.000 kilocalorías por cada 18 hoyos. Muy poco, desde luego, si lo comparamos con lo que puede gastar un futbolista en un partido intenso (cerca de 3.000) o un ciclista en una dura etapa (unas 5.000). Al contrario que en los deportes de fondo, el hecho de que las mujeres tengan menor cantidad de hemoglobina (proteína encargada de transportar oxígeno por la sangre) no tiene importancia alguna en el golf.

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En cambio, el golf es un deporte relativamente agresivo para el sistema músculo-esquelético. Al menos, a nivel competitivo. En este sentido, la testosterona del varón sí tiene algo que decir, pues, además de aumentar el diámetro y la capacidad de producir fuerza de las células (o fibras) musculares, también acelera su recuperación tras los esfuerzos. El swing, por ejemplo, es un complejo movimiento que involucra a muchos grupos musculares (de tronco y extremidades inferiores) que deben contraerse con fuerza para impulsar la bola o para estabilizar el cuerpo. Somete a la columna vertebral a una compresión equivalente a ocho veces el peso del golfista (frente a tres veces en la carrera a pie, por ejemplo). Y los profesionales repiten este movimiento una y otra vez. Hasta 300 o más veces al día.

Además, los músculos del tronco superior deben contraerse con fuerza y velocidad en el drive o golpe de salida. Sólo así se puede enviar la bola hasta 270 metros de distancia, como son capaces algunos jugadores. Las golfistas de alto nivel no son capaces de enviar la bola tan lejos. En ellas, la distancia máxima suele ser un 10% o un 15% más corta. No es de extrañar, pues la capacidad de generar fuerza en los músculos del tronco superior suele ser mayor (hasta un 50%) en los varones.

Así, a igualdad de cualidades técnicas entre ambos sexos, cabe esperar que los varones siempre contarán con una cierta ventaja de salida en la mayoría de los hoyos: su mayor fuerza para enviar la bola lo más lejos posible. Precisamente fue el golf el deporte donde se introdujo el concepto de hándicap para ponderar las desigualdades entre deportistas antes de empezar una competición. La testosterona es la responsable del hándicap -y del consecuente mérito añadido- con el que parten las mujeres, en comparación con los varones, en casi todos los deportes. Hasta en el golf.

Alejandro Lucía es fisiólogo de la Universidad Europea de Madrid.

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