Reportaje:

La otra guerra de Bush

El presidente quiere reactivar la economía de EE UU con rebajas fiscales valoradas en 600.000 millones

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, se propone enderezar la errática economía del país con nuevos recortes fiscales y la reducción de los impuestos sobre los dividendos. El objetivo es incentivar el consumo y la inversión. A la oposición demócrata a un tratamiento que considera sesgado a favor de los privilegiados, George Bush va a responder con otras propuestas para los menos favorecidos. Como trasfondo de las medidas, que suponen 600.000 millones de dólares en 10 años, están las elecciones presidenciales de 2004.

Los sondeos siguen dando un extraordinario apoyo a Bush, ll...

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El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, se propone enderezar la errática economía del país con nuevos recortes fiscales y la reducción de los impuestos sobre los dividendos. El objetivo es incentivar el consumo y la inversión. A la oposición demócrata a un tratamiento que considera sesgado a favor de los privilegiados, George Bush va a responder con otras propuestas para los menos favorecidos. Como trasfondo de las medidas, que suponen 600.000 millones de dólares en 10 años, están las elecciones presidenciales de 2004.

Los sondeos siguen dando un extraordinario apoyo a Bush, llevado en volandas por la ola patriótica creada por la lucha contra el terrorismo y los prolegómenos de la campaña militar contra Husein. La economía presenta el rostro poco amable de la coyuntura, con una tasa de paro del 6%, la más alta en nueve años, y una clara ausencia de indicios positivos. Cada buena noticia económica viene a acompañada o seguida de una mala, como resumen gráficamente los dientes de sierra del PIB a lo largo del año recién concluido: 5% de subida en el primer trimestre, 1,3% en el segundo, 4% en el tercero y, quizá, un 1,4% en el cuarto.

Algunos analistas consideran que es poco recorte para un plazo de 10 años
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La economía presenta el rostro poco amable de la coyuntura, con una tasa de paro del 6%
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El presidente Bush ha vinculado por primera vez esta semana guerra y economía después de que la Casa Blanca evaluara entre 50.000 y 60.000 millones (lo mismo que en la Operación Tormenta del Desierto, de 1991), el coste de la eventual operación militar en Irak. Hace un mes, un colaborador del presidente habló de entre 100.000 y 200.000 millones.

Preguntado sobre si Estados Unidos puede permitirse tal dispendio en las actuales circunstancias, Bush responde que la economía nacional es lo suficientemente fuerte para hacer frente a ese gasto, pero que lo que no se puede permitir es un nuevo ataque como el del 11 de septiembre. "Un ataque por parte de Sadam Husein o de un vicario suyo dañaría seriamente nuestra economía", dice el presidente. "Mi principal y más importante trabajo es proteger la seguridad de los americanos y es lo que voy a hacer".

Su preocupación por la economía no es nueva. Bush tiene en la familia el ejemplo que no quiere seguir: su padre, vencedor de Sadam Husein en 1991, cayó derrotado por la economía en las urnas ante Bill Clinton.

Ya en múltiples mítines de octubre y noviembre durante la campaña para renovar el Congreso, Bush pidió repetidamente el apoyo a los candidatos republicanos para así controlar el Capitolio y salvar el obstáculo que suponía un Senado tutelado por los demócratas.

Su espectacular triunfo electoral a medio mandato y el relevo en el equipo económico anunciado hace un mes le permiten encarar con ánimo beligerante contra los demócratas la estrategia para estimular la economía y pensar en las presidenciales del 2004.

"Me preocupan los desempleados. Pienso en la economía y en el mejor modo de ayudar a la gente que busca trabajo", dijo Bush al anunciar que el martes presentará en Chicago un nuevo plan de reactivación económica. Su equipo trabaja todavía en los detalles, atento a las objeciones que airea la oposición para responder a ellas en el discurso, pero ya ha filtrado que el presidente ofrecerá recortes en los impuestos que gravan los dividendos, nuevos alivios fiscales a las empresas, adelanto de la entrada en vigor de exenciones para particulares ya aprobadas en 2001, ayudas a los Estados y reformas en la Seguridad Social.

Estas nuevas políticas inyectarían en el sistema del orden de 600.000 millones de dólares en 10 años, según las primeras estimaciones. Algunos analistas consideran que es demasiado poco para tan largo tiempo y que a razón de 60.000 millones de dólares al año poco efecto real tendrá en una economía de 10 billones de dólares.

Nancy Pelosi, la nueva líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, ya ha lanzado su primera andanada, en línea con lo que Bush califica de recurso a la lucha de clases. El presidente habla de estímulo económico, dice Pelosi, pero lo emplea como "un caballo de Troya para introducir rebajas de impuestos para los poderosos a los que tanto quiere".

Tom Daschle, el líder demócrata en el Senado, ha llegado a cuantificar el paquete fiscal: "Quienes ganan más de un millón de dólares al año tendrán una rebaja de 24.000 dólares en sus impuestos. Quienes ganan entre 40.000 y 50.000 tendrán 76 dólares".

Fuera de la acalorada controversia sobre el desequilibrio en los beneficios fiscales en función de la renta, la mayor novedad del plan es la reducción del gravamen sobre los dividendos. Hace unas semanas se especulaba con un recorte del 50%, que ahora se piensa puede ser mayor, conforme a la idea de eliminar la doble imposición, primero como beneficio empresarial y luego como renta del inversor.

La Casa Blanca ve una triple ventaja en ese recorte fiscal. Los inversores tendrán mayor liquidez, lo que, en teoría, ayudará al consumo. El atractivo de un mejor dividendo, por otra parte, alentará la inversión, lo que hará subir el valor de los títulos y devolverá la confianza en los mercados. Además, incrementará las disponibilidades financieras de las empresas, que así podrán invertir. A la falta de inversión empresarial, precisamente, se atribuye la poca consistencia de la actual economía.

Los economistas no niegan el efecto psicológico de la medida anunciada por el presidente de Estados Unidos , pero hacen notar que beneficiará a las empresas que ya hacen dinero y pueden pagar dividendos. Dudan mucho que sea suficiente para estimular el crecimiento económico y señalan que tardará tiempo en hacerse notar. Lo mismo que otros beneficios fiscales: no antes del 2004, año en el que Bush buscará la reelección.

George Bush presenta en diciembre pasado a su nuevo responsable económico, Stephen Fiedman.REUTERS

Mejorar la cobertura social

El plan de George Bush para estimular la economía debe ser aprobado por el Congreso, que inaugura sesión el mismo martes en que hablará el presidente. Los republicanos se proponen dar carácter de urgencia al plan de estímulo presidencial.El problema, nuevamente, se lo encuentran en el Senado, donde son necesarios 60 votos para aprobar proyectos conflictivos y la exigua mayoría republicana tendrá que pactar con los demócratas, que preparan proyectos alternativos.El presidente estadounidense guarda en la manga algunas cartas para negociar con la oposición y rebajar las acusaciones de que beneficia demasiado a los poderosos.Entre ellas, el aumentar hasta 1.000 dólares las deducciones de 600 dólares que reciben las familias con hijos y reducir los descuentos en las nóminas, con idea de crear una liquidez que engrase el consumo.George Bush anunciará algún tipo de ampliación de la cobertura de desempleo federal, que con el fin del año dejó sin subsidio a unos 800.000 desempleados.En el país norteamericano, la mayoría de los Estados pagan hasta 26 semanas de desempleo, transcurridos los cuales entran en vigor otras 13 semanas de abonos adicionales de emergencia -sólo durante 2002, en atención a las consecuencias del 11-S- con cargo al presupuesto federal. Durante meses, demócratas y republicanos han discutido diversas propuestas de extensión de esta ayuda, sin llegar a un acuerdo entre planes cuyos costes oscilaban entre los 900 y los 5.000 millones de dólares, y mañana los demócratas van a anunciar oficialmente su plan. La oposición quiere reanudar los pagos a los trabajadores que perdieron el subsidio con la última semana del año y extender hasta 26 semanas de cobertura federal.

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