Columna

Por un gen

Si es verdad que el hombre y el ratón se encuentran tan cerca desde el punto de vista genético, ni el hombre puede ser tan hombre, ni el ratón, tan ratón. Quizá mienten los dos: el uno, ocultando lo que tiene de humano, y el otro, lo que tiene de roedor. Un ratón es un ratón, lo mires por donde lo mires, no digo que no, pero, si te fijas en sus ojos, tarde o temprano aparece en ellos un fogonazo de terror existencial que es más tuyo que de él. Y un hombre es un hombre, tampoco lo niego, pero si observas con detenimiento sus pupilas, enseguida verás brillar en ellas un punto de mezquindad (tamb...

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Si es verdad que el hombre y el ratón se encuentran tan cerca desde el punto de vista genético, ni el hombre puede ser tan hombre, ni el ratón, tan ratón. Quizá mienten los dos: el uno, ocultando lo que tiene de humano, y el otro, lo que tiene de roedor. Un ratón es un ratón, lo mires por donde lo mires, no digo que no, pero, si te fijas en sus ojos, tarde o temprano aparece en ellos un fogonazo de terror existencial que es más tuyo que de él. Y un hombre es un hombre, tampoco lo niego, pero si observas con detenimiento sus pupilas, enseguida verás brillar en ellas un punto de mezquindad (también llamado inteligencia) que es más de ratón que nuestra. No es sólo que seamos mamíferos, o que disfrutemos de un aparato circulatorio semejante, sino que compartimos miedos idénticos y somos proclives al mismo tipo de neurosis.

¿Qué nos ha separado a los hombres y a los ratones, teniendo tantas cosas en común? Yo creo que la oficina. El ratón no soporta las jerarquías administrativas porque es sobrino de la rata y sabe que la rata no tiene en la vida otro objeto que llegar a subsecretaria o a ministra. También sabe que lo primero que se le ocurre a un subsecretario es poner relojes para que los ratones fichen al entrar y al salir, aunque hayan ido a la farmacia de la esquina a por un paquete de kleenex. La rata tiene una organización familiar muy parecida a la del ser humano, que es biológicamente carne de escalafón. Las ratas y los hombres somos caníbales porque no hay otra forma de sobrevivir dentro del escalafón.

Una vez, hace años, estuvo a punto de tocarme el Gordo de la lotería. El único número de mi décimo que no coincidió con el premiado fue el último. Ahora acabo de enterarme de que no me ha tocado ser ratón por un solo gen. Parece que iba todo a pedir de boca, cuando en el último momento caí del lado de los hombres. Mientras escribo este artículo, un ratón asoma su hocico por el agujero que hay debajo del radiador y le digo que no sabe de la que se ha librado: "Bastaría cambiarte un solo gen para que fueras yo". El animal observa mis fetiches, mis medicinas, mis cuadernos, mi termómetro y huye espantado hacia el interior. Lo entiendo.

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