Reportaje:

Pescadores precarios

Inmigrantes marroquíes faenan en el mar y duermen en el barco o en casetas de aperos y redes en el puerto de Castellón

Ahmed es un joven marroquí que se dedica y vive de la pesca en Castellón. Ahmed vive en el mismo puerto, en una caseta destinada a guardar aperos y redes. No tiene agua corriente, ni aseo, ni una gran ventilación, ni las condiciones que, para el habitante de cualquier casa, podrían considerarse normales. Pero es mucho mejor que su otra alternativa... el barco, el olor a gasoil, a pescado, el frío en invierno y el insoportable calor en verano y un catre de 1,20 por 40. Lo tiene clarísimo: "Esto es mucho mejor que el barco", dice y, cuando se le pregunta por una vivienda, añade "mejor una casa, ...

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Ahmed es un joven marroquí que se dedica y vive de la pesca en Castellón. Ahmed vive en el mismo puerto, en una caseta destinada a guardar aperos y redes. No tiene agua corriente, ni aseo, ni una gran ventilación, ni las condiciones que, para el habitante de cualquier casa, podrían considerarse normales. Pero es mucho mejor que su otra alternativa... el barco, el olor a gasoil, a pescado, el frío en invierno y el insoportable calor en verano y un catre de 1,20 por 40. Lo tiene clarísimo: "Esto es mucho mejor que el barco", dice y, cuando se le pregunta por una vivienda, añade "mejor una casa, claro".

Como él, más de un centenar de personas se encuentran, durante diez meses del año, en Castellón, faenando a bordo de alguno de los más de una treintena de barcos que atracan en el puerto castellonense. Los "afortunados" duermen en las casetas, un lugar que los armadores alquilan a la Autoridad Portuaria y cuyo espacio "ceden" a sus trabajadores. Los que no logran esta "concesión", la mayoría, han de pernoctar en el barco. En algunos casos, embarcaciones que, de alguna manera, sí están condicionadas para pasar una noche, aunque no para habitar. En otros muchos, se trata de viejos barcos de madera crujiente. Son contados los que logran alquilar un piso. La inestabilidad de sus recursos económicos (ganan según pescan, ninguna semana es igual que la anterior y están a merced de los precios del mercado) y las dificultades para encontrar a un propietario que arriende a magrebíes, condición de la mayoría de ellos, son sus mayores obstáculos. Existe otra posibilidad, la Casa del Mar donde hay alrededor de una decena de habitaciones que se arriendan a marineros por tres euros la noche. Pero sólo se pueden pasar dos días seguidos.

Tanto la Autoridad Portuaria como el Ayuntamiento de Castellón se han querido lavar las manos en el asunto. Falta de competencias, existencia de ayudas sociales y desconocimiento han sido algunos de los argumentos esgrimidos, cuando la vida en las casetas se realiza, al parecer, desde hace bastantes años. Sus ocupantes no pueden vivir en el centro de Castellón porque salen a faenar de noche o de madrugada y no tienen medios de transporte. Ahora, el presidente de la institución propietaria de las casetas, la Autoridad Portuaria, Juan José Monzonís, ha dicho que abrirá una investigación. Encontrarán a Mohamed, y a algunos otros, lavando sus cubiertos en un pozal de agua, acudiendo a los servicios de la lonja pesquera o rezando. "¿Qué van a hacer?", se pregunta uno de los armadores que cede la caseta a sus trabajadores. "Los echarán de aquí y adónde irán", añade. "No les van a dar una vivienda social. Eso lo sé yo igual que usted", asegura firme.

La pesca de cerco, la de la captura de sardina y boquerón, se encuentra en parada biológica. La mayoría de los emigrantes que faenan en Castellón ha vuelto a su lugar de origen, países que volverán a dejar a finales de enero. Sin embargo, algunos, los menos, se han quedado. Por eso las casetas del puerto están ahora prácticamente despobladas.

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