Crítica:

Opiniones de un actor

Mucho han cambiado el teatro y el cine desde que Fernando Fernán-Gómez (Lima, 1921) debutara en el teatro Pavón de Madrid, mientras los nacionales asediaban la ciudad. De cómo era el oficio del actor entonces y de cómo es hoy, de su vida, de los gozos que le ha proporcionado su carrera y de personajes tan singulares como el actor Agustín González, el director Jess Franco (capaz de rodar tres películas al mismo tiempo), el dramaturgo Edgar Neville y la actriz Lida Baarova, amante de Goebbels, habla este libro, que recoge algunos de los muchos artículos que Fernán-Gómez ha escrito para publicaci...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Mucho han cambiado el teatro y el cine desde que Fernando Fernán-Gómez (Lima, 1921) debutara en el teatro Pavón de Madrid, mientras los nacionales asediaban la ciudad. De cómo era el oficio del actor entonces y de cómo es hoy, de su vida, de los gozos que le ha proporcionado su carrera y de personajes tan singulares como el actor Agustín González, el director Jess Franco (capaz de rodar tres películas al mismo tiempo), el dramaturgo Edgar Neville y la actriz Lida Baarova, amante de Goebbels, habla este libro, que recoge algunos de los muchos artículos que Fernán-Gómez ha escrito para publicaciones diversas, El País Semanal entre ellas. En su mayoría son breves e iluminadores como bengalas. Algunos, más extensos, tienen el vuelo de los buenos ensayos.

PURO TEATRO Y ALGO MÁS

Fernando Fernán-Gómez Alba. Barcelona, 2002 192 páginas. 11,50 euros

¿Por qué los cómicos -se pregunta en uno de estos-, tienen desde siempre tan mala reputación entre sus conciudadanos? Y tirando del hilo desenhebra la madeja: porque el actor es al hombre de la calle lo que el prestidigitador al mago, un indeseable que pone en evidencia que lo que el otro vende como auténtico (su personalidad, el papel que desempeña en la vida) es pura representación. Todo niño querría ser piel roja y todo adolescente, Casanova, pero sólo el actor arriesga y da los pasos necesarios para ser eso, y no oficinista, por ejemplo. El actor, viene a decir Fernán-Gómez, es el único hombre que no finge, que en su juego se declara a sí mismo, se sincera por completo, se pone en evidencia sin rubor. Y haciéndolo, delata la impostura de los demás. Algo imperdonable.

Sólo por este ensayito de 23 páginas valdría la pena el libro, pero hay también otro muy gozoso que establece un justo paralelismo entre el teatro del Siglo de Oro y el género de variedades, una autobiografía chispeante y un artículo sobre cazadores de autógrafos que podría ser un magnífico monólogo cómico para el teatro o para la radio, además de otros sobre el plagio y la imitación, el uso de la voz y los actores que intentan destacar dinamitando el trabajo de sus compañeros.

Sobre la firma

Archivado En