Columna

Nacionalismos obligatorios

Hay más continuidad de la que se quiere reconocer entre patriotismo y nacionalismo, entre inclusión constitucional y exclusión etnonacional. No es que haya, por un lado, naciones esencialmente políticas que además se acompañan de elementos culturales, y por otro naciones esencialmente culturales que luego se dotan de un proyecto político. Lo que hay son naciones culturales, étnicas, que pretenden mantenerse como tales, y naciones culturales que, con el tiempo, evolucionan hacia fundamentos crecientemente políticos. 'Una república puramente política -reconoce Viroli- conseguiría el consentimien...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Hay más continuidad de la que se quiere reconocer entre patriotismo y nacionalismo, entre inclusión constitucional y exclusión etnonacional. No es que haya, por un lado, naciones esencialmente políticas que además se acompañan de elementos culturales, y por otro naciones esencialmente culturales que luego se dotan de un proyecto político. Lo que hay son naciones culturales, étnicas, que pretenden mantenerse como tales, y naciones culturales que, con el tiempo, evolucionan hacia fundamentos crecientemente políticos. 'Una república puramente política -reconoce Viroli- conseguiría el consentimiento filosófico, pero no generaría ninguna vinculación, ningún amor, ningún compromiso. Para generar y sustentar este tipo de pasiones se debe apelar a la cultura común, a la memoria compartida'. Esta es la principal debilidad del discurso sobre el patriotismo: su necesaria vinculación con un demos que sólo ha podido constituirse y sostenerse en la medida en que ha sido definido como ethnos, como comunidad particular y diferenciada, como nosotros frente a otros. La expulsión o la conversión forzada, este es el pecado original de los Estados. Y después, la extranjerización de los no nacionales, reducidos a la condición de no personas.

El nacionalismo cívico sólo es posible como superación consciente de una historia previa de nacionalismo étnico; el patriotismo ha sido históricamente posible sólo porque previamente ha existido nacionalismo. La patria, entendida como el lugar de la libertad y de los derechos, no está al principio sino en un momento segundo del proceso de construcción nacional. Se debe ser nacionalista mientras se construye la nación y se constituye un Estado; luego ya se puede ser patriota. En la práctica, se es patriota (republicano o constitucional) sólo después de haber sido nacionalista. Pero muchos sólo saben ser patriotas (a secas) sin dejar de ser nacionalistas. El patriotismo español olvida con demasiada facilidad su fundamento nacionalista. Distingue entre patriotismo y nacionalismo sin ser consciente de sus continuidades. Este es el problema de todos los nacionalismos de Estado. Por su parte, el nacionalismo vasco se concibe a sí mismo como patriotismo: bastaría con recuperar/conquistar la nación para que todos los vascos la sientan suya. Identifica nacionalismo y patriotismo sin ser consciente de sus discontinuidades. Este es el problema de todos los nacionalismos sin Estado.

Está claro que el nacionalismo vasco no tiene en estos momentos un proyecto de país que pueda eliminar los miedos y las desconfianzas de quienes no son nacionalistas. Está por ver que el patriotismo constitucional español sea capaz de lograrlo. Para ello, habrá de desprenderse de bufonadas patrioteras (banderas de comunión diaria y tanques alquilados), de proyectos que aspiran a congelar la historia (inamovilidad de las actuales fronteras nacionales) y de balcanizaciones lingüísticas (zonificación del euskera en la Navarra de UPN). No es posible construir patriotismo con los elementos del nacionalismo. A pesar de su lema más publicitado, al final reducido a un 'Contra el nacionalismo vasco obligatorio', cabe descubrir en la manifestación del sábado en San Sebastián elementos fundamentales para la construcción de un vasquismo integrador y autogobernado: convivencia de símbolos, afirmación de Euskal Herria como espacio cultural. Quienes recorrieron las calles de Donostia no eran unionistas españoles sino vascos disociados de un proceso de construcción nacional que experimentan como amenaza a su libertad y a su vida. Ante ello, no es tiempo de réplicas, sino de respuestas. Respuestas que, porque reconocen las preocupaciones expresadas, busquen eliminar sus causas. Y estas causas tienen nombre: incertidumbre y violencia.

Escribe Imre Kertész: 'Es evidente: una nación pequeña, que ha quedado hace tiempo fuera de la gran corriente, de la llamada historia universal, y que para colmo no ha conseguido encontrar su verdadero papel en el tiempo y en el espacio (papel que quizá no existe), sólo puede comportarse, en cuanto nación, como un loco'. Es trágico que la construcción de una nación vasca imposible alimente entre nosotros la locura que amenaza y asesina. Máxime si tenemos en cuenta que el nacionalismo vasco gobernante ha sido, en su práctica política, radicalmente cívico.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En