CARTAS AL DIRECTOR

'Inacomodos'

Mi amigo Miguel Herrero de Miñón ha escrito en esas páginas de nuevo sobre el problema vasco. Como suyo, el artículo está bien concebido, aunque me parezca deliberadamente ambiguo en algún punto. No lo es, en cambio, al atribuir a la mayoría del pueblo vasco un 'inacomodo' con los amplios derechos que le han reconocido la Constitución y el Estatuto de ella derivado.

Uso esa misma palabra, au-sente del diccionario, para subrayar algo que el ilustre letrado mayor del Consejo de Estado y padre constitucional debe saber bien: más fuerte y mucho más numeroso es el 'inacomodo' de los e...

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Mi amigo Miguel Herrero de Miñón ha escrito en esas páginas de nuevo sobre el problema vasco. Como suyo, el artículo está bien concebido, aunque me parezca deliberadamente ambiguo en algún punto. No lo es, en cambio, al atribuir a la mayoría del pueblo vasco un 'inacomodo' con los amplios derechos que le han reconocido la Constitución y el Estatuto de ella derivado.

Uso esa misma palabra, au-sente del diccionario, para subrayar algo que el ilustre letrado mayor del Consejo de Estado y padre constitucional debe saber bien: más fuerte y mucho más numeroso es el 'inacomodo' de los españoles, vascos o no, que sufrimos cada día la traición nacionalista al gran acuerdo que fue la Constitución de 1978, sin la que no habría estatutos. Mucho fue lo que entonces se cedió por las Cortes Generales, erigidas en poder constituyente desde una soberanía común e indivisible. Por ello, podemos aceptar sin duda una negociación entre el Gobierno nacional y el Gobierno vasco para revisar aquellas decisiones, pero siempre que en él se parta del statu quo ante, es decir, de cómo estaban las cosas antes de la Constitución. La fórmula de 'lo que ahora tengo es mío y vamos a ver lo que saco' es enteramente inaceptable. Por tanto, todo habría de ser puesto de nuevo a discusión, desde el mismo Gobierno vasco, inexistente antes de aquel acuerdo, hasta, por supuesto, el Concierto Económico que Cánovas del Castillo concedió a las tres provincias vascongadas pero no a un País Vasco que nunca, hasta la ingenua aceptación por España del Estatuto de Gernika, gozó de unidad política alguna. El fruto de esa negociación debería ser sometido, por supuesto, a las Cortes Generales. Por cierto: ¿recuerda Herrero que cuando Cánovas fue asesinado por un terrorista de entonces mereció de Luis Arana Goiri el cristiano epitafio de que 'ha muerto el cerdo español'?

Son las actuales autoridades vascas, empeñadas en erradicar del país a todos los que piensan de otro modo y en borrar de sus niños la idea de que también son españoles (basta ver cualquier libro de texto allí empleado), las que deben aceptar o rechazar una negociación que parta de esa base, única posible.

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