Columna

Soria

Rogaría a expertos en leyes que me sacaran de esta terrible duda, también sospecha, que oprime mi corazón ante los complicados vínculos establecidos por la Audiencia Nacional entre el caso Carmelo Soria, funcionario de la ONU, español, torturado y asesinado a todos los efectos por Pinochet y sus padrinos y secuaces, y el caso Otegi, díscolo vasco que a pesar de haber dado vivas a ETA o algo parecido, no ha sido considerado presunto delincuente por parte del Tribunal Supremo. Aunque la jerga leguleya enmascare o dulcifique el esquema lógico empleado por la Audiencia Nacional, o al...

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Rogaría a expertos en leyes que me sacaran de esta terrible duda, también sospecha, que oprime mi corazón ante los complicados vínculos establecidos por la Audiencia Nacional entre el caso Carmelo Soria, funcionario de la ONU, español, torturado y asesinado a todos los efectos por Pinochet y sus padrinos y secuaces, y el caso Otegi, díscolo vasco que a pesar de haber dado vivas a ETA o algo parecido, no ha sido considerado presunto delincuente por parte del Tribunal Supremo. Aunque la jerga leguleya enmascare o dulcifique el esquema lógico empleado por la Audiencia Nacional, o al menos por su mayoría natural o absoluta, lo cierto es que cualquier receptor del mensaje lo reduce a: puesto que el Tribunal Supremo no ha querido implicar a Otegi, nosotros desimplicamos a Pinochet.

Este indulto implícito al pinochetismo supone que sus señorías de la Audiencia Nacional, tal vez no todos, desde la sospecha de que la subversión ha llegado al Tribunal Supremo, deben tomar la decisión de compensar el mal ejemplo no sólo en una dimensión española, sino a niveles superiores, el más superior de todos, la libertad duradera, la cruzada globalizatoria en la que el papel de Pinochet liquidando enemigos o críticos del sistema vuelve a ser considerado un terrorismo menor, de Estado y, por tanto, necesario.

Y es que de no obedecer la decisión de la Audiencia Nacional de una responsabilidad dialéctica globalizada del orden y el desorden, se quedaría en mero desplante al Tribunal Supremo, muy en la línea del papel que el desplante está cumpliendo en la política española desde que nos gobierna esta mayoría absoluta. Rodeado por los sindicalistas, los curas vascos y el Tribunal Supremo, el PP exhibe sus mayorías absolutas allí donde se den, como aportación a una causa que vuelve a ser abstracta, que se llama España y a veces incluso España, España, España.

Pero dejan fuera de toda españolidad a Carmelo Soria, un español nada abstracto que creyó poder enfrentarse a la mayoría absoluta de una dictadura militar chilena enseñando su carnet de funcionario al servicio de la gran racionalidad universal. Y lo mataron, claro. Entonces y ahora. Y cuantas veces haga falta.

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