Absuelto en Italia un hombre que quitó el respirador a su esposa

El fallo pone en duda que la mujer estuviese viva

Una sentencia del tribunal de Apelación de Milán ha reavivado la polémica sobre la eutanasia en Italia. Al absolver a Ezio Forzatti, un profesor de ingeniería de 51 años, que en junio de 1998 arrancó el respirador que mantenía artificialmente con vida a su esposa, Elena Moroni, de 46 años, los jueces han fallado que el acusado no puede ser condenado por homicidio involuntario, puesto que consideran que la paciente estaba ya muerta.

La sentencia ha sido vista como una escaramuza legal para evitar que Forzatti sea encarcelado por un gesto que ha merecido más elogios que condena social. El...

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Una sentencia del tribunal de Apelación de Milán ha reavivado la polémica sobre la eutanasia en Italia. Al absolver a Ezio Forzatti, un profesor de ingeniería de 51 años, que en junio de 1998 arrancó el respirador que mantenía artificialmente con vida a su esposa, Elena Moroni, de 46 años, los jueces han fallado que el acusado no puede ser condenado por homicidio involuntario, puesto que consideran que la paciente estaba ya muerta.

La sentencia ha sido vista como una escaramuza legal para evitar que Forzatti sea encarcelado por un gesto que ha merecido más elogios que condena social. El acusado afirmó siempre que lo que hizo 'no tiene nada que ver con la eutanasia', sino con la piedad y el amor a su mujer. 'Volvería a hacerlo una y mil veces, porque sé que mi mujer no hubiera querido vivir en esas condiciones ni un instante. Tengo la conciencia tranquila', dijo Forzatti nada más entregarse a la policía el 21 de junio de 1998.

Esa mañana, Forzatti había entrado armado en el hospital San Gerardo de Monza (Milán), donde su mujer llevaba ingresada una semana tras diversos problemas que desembocaron en una hemorragia cerebral. Pistola en mano (aunque descargada) obligó a la doctora de guardia a llevarle a la UCI donde estaba su mujer y, una vez allí, arrancó los tubos del respirador. Forzatti esperó en la habitación a que su esposa expirara y llamó a un médico amigo para que certificara la muerte. Después se entregó a la policía. Fue juzgado por homicidio premeditado y el tribunal le condenó a seis años y seis meses de cárcel en 2000. Pero, aunque el fiscal había pedido nueve años y cuatro meses de condena, el tribunal se mostró partidario de la clemencia.

La nueva sentencia considera que hay serias dudas de que la señora Moroni estuviera viva cuando su marido le quitó el respirador. Setenta horas antes de la irrupción de Forzatti, los médicos detectaron sólo un atisbo de actividad cerebral en la paciente, en un reflejo fugaz de las pupilas. Pero la acusación no ha podido demostrar que esa actividad se mantenía 70 horas después. Esta prueba 'ausente, contradictoria o insuficiente', según los magistrados, les ha permitido absolver a Forzatti, que tendrá que cumplir una condena menor por entrar armado en un hospital.

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