Mucha inflación y poco ajuste

Durante un lustro, el Gobierno y su séquito de expertos económicos -la corte de los milagros- ha defendido a ultranza que el diferencial de inflación de la economía española respecto a sus socios europeos era una consecuencia inevitable de su mayor tasa de crecimiento. Con esta coartada, el equipo económico ha excusado cualquier explicación coherente sobre los precios, a pesar de que todas las evidencias demuestran que es uno de los graves desequilibrios de la economía española y que su evolución ha ido a peor durante las legislaturas de José María Aznar.

José Luis Feito, un econ...

Durante un lustro, el Gobierno y su séquito de expertos económicos -la corte de los milagros- ha defendido a ultranza que el diferencial de inflación de la economía española respecto a sus socios europeos era una consecuencia inevitable de su mayor tasa de crecimiento. Con esta coartada, el equipo económico ha excusado cualquier explicación coherente sobre los precios, a pesar de que todas las evidencias demuestran que es uno de los graves desequilibrios de la economía española y que su evolución ha ido a peor durante las legislaturas de José María Aznar.

José Luis Feito, un economista que pertenece al club de los ortodoxos radicales y a la cofradía de los poco sospechosos de alimentar la manía persecutoria del Gobierno, ha dedicado un folleto -apenas cuenta con 50 páginas- a analizar dos cuestiones fundamentales para los profesionales del análisis económico. La primera es la relación entre crecimiento e inflación. Su conclusión, después de una breve y densa argumentación, es contraria a la propaganda oficial. Como la productividad no ha aumentado, el crecimiento se ha apoyado en salarios y tipos de interés muy bajos y la inversión española en el exterior se ha financiado con endeudamiento exterior neto, Feito concluye de forma inapelable -bueno, lo inapelable que puede ser la economía- que el exceso de inflación en España sea un fenómeno de equilibrio -es decir, consecuencia al mayor crecimeinto- sino, por el contrario, 'un desequilibrio macroeconómico que se debería corregir lo antes posible'.

Así que los críticos de la política económica oficial ya tienen una referencia más para atacar la negligencia del Gobierno en materia de precios; y una referencia de primer orden, porque Feito no puede ser acusado de resentimiento político ni de incoherencia profesional, puesto que su capacidad técnica parece muy superior a la que puedan presentar los staffs deEconomía y Hacienda.

Merece la pena seguir, además, los argumentos sobra los efectos de la liberalización de los mercados y de la política monetaria sobre los precios. Las observaciones de Feito son correctas, incluso audaces, en cuanto que pretende desmitificar la retórica milagrosa de la 'competitividad de los mercados'. Pero el análisis de Feito es técnico -'aunque el poder de mercado estuviera creciendo continuamente en una parte sustancial de la economía, habría de conjugarse con un mayor crecimiento de la demanda nacional para poder generar inflación'-, mientras que una parte de las críticas que recibe el Gobierno por la ausencia de liberalizaciones es política; es decir, pretende enfrentar el entusiasmo programático del Ejecutivo hacia las liberalizaciones con sus pobres iniciativas al respecto.

Sus observaciones sobre la política fiscal son menos chocantes. Sostiene que 'no ha sido suficientemente anticíclica, como lo sugiere el que no se haya conseguido alcanzar un superávit presupuestario a pesar del extraordinario crecimiento económico de los últimos cinco años'; profetiza que 'a medio plazo será imposible (...) mantener la política de gasto público y el recorte del impuesto sobre la renta sin aumentar esos otros impuestos' (que ya han aumentado, por cierto); y recomienda agudizar la restricción fiscal mientras se mantenga el diferencial de precios. ¿Por qué será que diciendo casi lo mismo Feito y Montoro se tiene la sensación de que entienden cosas diferentes?