Alemania y Francia rebajan los objetivos de Aznar para Barcelona

Apoyado por Blair y Berlusconi, el presidente español pone a prueba su prestigio en Europa

La cumbre europea de Barcelona de los próximos días 15 y 16 se ha convertido en la prueba de fuego de la actual presidencia española de la UE. José María Aznar concentró para esa cita sus principales objetivos como presidente de turno de la Unión y, por tanto, el balance reflejará su capacidad de liderazgo europeo. La máxima prioridad española, con apoyo de Blair y Berlusconi, es dar un fuerte impulso a la liberalización de la energía y el mercado laboral.

Pero el francés Lionel Jospin y el canciller Gerhard Schröder se han encargado de rebajar el listón de las pretensiones españolas. S...

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La cumbre europea de Barcelona de los próximos días 15 y 16 se ha convertido en la prueba de fuego de la actual presidencia española de la UE. José María Aznar concentró para esa cita sus principales objetivos como presidente de turno de la Unión y, por tanto, el balance reflejará su capacidad de liderazgo europeo. La máxima prioridad española, con apoyo de Blair y Berlusconi, es dar un fuerte impulso a la liberalización de la energía y el mercado laboral.

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Pero el francés Lionel Jospin y el canciller Gerhard Schröder se han encargado de rebajar el listón de las pretensiones españolas. Según el Ejecutivo español, la cumbre de Barcelona -a la que asistirán 28 jefes de Estado o de Gobierno (la UE más los 13 candidatos), con sus 56 ministros de Economía y Exteriores-, debe servir para relanzar las ambiciosas metas que los Quince pactaron en marzo de 2000 en la cumbre de Lisboa, que incluían esa ambición liberalizadora para las industrias de red (energía, transportes o comunicaciones), el pleno empleo para 2010 y la utilización máxima de las nuevas tecnologías en empresas, escuelas y hogares: conseguir que en ese año la economía europea fuera 'la más competitiva del mundo'.

Pero se dan tres circunstancias que hoy frenan la marcha en esa dirección: el incumplimiento de la mayoría de países de sus compromisos de Lisboa, el parón en el ritmo de crecimiento de la UE agravado por el 11-S y, quizás la más importante, el clima electoral que viven Francia y Alemania, dos Gobiernos socialdemócratas.

'Me encantan las operaciones imposibles', declaró Aznar el mes pasado a O Público (diario de Lisboa) al referirse a las dificultades con que se encontrará en Barcelona. Días después, comentaba al italiano La Repubblica que mantiene 'una gran sintonía' con Blair y Berlusconi sobre qué hacer en Barcelona. Sin embargo, en la misma entrevista, Aznar insistía en que 'el único eje verdadero que existe en el seno de la Unión es el franco-alemán'. En efecto, en la reunión de los ministros de Finanzas (Ecofin) celebrada el martes pasado en Bruselas, Francia se negó a que en Barcelona se dé un paso que vaya más allá de liberalizar el mercado eléctrico para los grandes clientes. Por su parte, Alemania rebajó la propuesta española de que las negociaciones colectivas fijen los salarios de acuerdo con los mercados laborales de cada zona o de la productividad.

El dato puso de relieve que, frente al viento liberalizador de Aznar, Schröder prefiere 'un equilibrio entre la liberalización de los mercados y la responsabilidad social', como le dijo el propio canciller al presidente español el pasado jueves. El mismo día, París difundió un informe previo a la cumbre en el que exige una mayor preocupación social en Europa, de forma que la liberalización energética, por ejemplo, vaya acompañada de reformas fiscales y sociales en beneficio de los ciudadanos y de los trabajadores en particular. 'Ya se sabe, como Francia y Alemania están en campaña electoral...', argumenta una fuente oficial española en Bruselas. 'Si Aznar lleva hasta el final sus tesis, estaremos dando la razón a los movimientos antiglobalización', responde un portavoz francés. A la vista de estas discrepancias, Aznar ha optado por suspender la habitual gira por todas las capitales europeas que realiza el presidente de turno de la UE antes de las cumbres, sin dar una razón oficial.

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Un fracaso en la cumbre de Barcelona sería 'una mala señal para los mercados a los dos meses y medio de estar el euro en la calle', en palabras de la comisaria Loyola de Palacio, cuya cartera de Energía y Transportes engloba los asuntos más espinosos.

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