CARTAS AL DIRECTOR

Doblemente humillado

Soy argentino y español. Tengo dos nacionalidades, y por ambas me siento humillado. Como argentino, me siento humillado porque la situación de mi país ha llegado a los extremos actuales. Como español, me siento humillado cada día cuando paso por el Consulado de España en Buenos Aires. A partir de las cuatro de la tarde comienza a formarse una cola de gente a la espera de que el consulado abra, al día siguiente a las nueve de la mañana, para averiguar las posibilidades de emigrar a España. Cuando voy camino a mi oficina a las ocho de la mañana, la fila iniciada la tarde anterior ya da vuelta a ...

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Soy argentino y español. Tengo dos nacionalidades, y por ambas me siento humillado. Como argentino, me siento humillado porque la situación de mi país ha llegado a los extremos actuales. Como español, me siento humillado cada día cuando paso por el Consulado de España en Buenos Aires. A partir de las cuatro de la tarde comienza a formarse una cola de gente a la espera de que el consulado abra, al día siguiente a las nueve de la mañana, para averiguar las posibilidades de emigrar a España. Cuando voy camino a mi oficina a las ocho de la mañana, la fila iniciada la tarde anterior ya da vuelta a la manzana, con gente que está allí desde hace 16 horas. El barrio parece un cámping: gente acostada, otros en sillas de playa, cubierta con mantas, tomando mate, jugando a las cartas.

Como español, me siento humillado ante semejante esperpento burocrático, que se resolvería con la más simple decisión administrativa: entregando un número y un turno en función de cuantas personas el consulado puede atender por día. Estos argentinos maltratados son todos nietos de gallegos, asturianos, catalanes, que emigraron a la Argentina hace muy pocas décadas, cuando en España se morían de hambre. La fila es ordenada y tranquila; más de una nueva amistad o pareja habrá surgido de semejante convivencia forzada. Pese a ello, la noche es una pelea con los porteros y vecinos de cada edificio convertido en cámping. Casi todos los días hay algún desmayado, ya que a veces pasan horas expuestos a los 37 grados del sol de verano.

Al pasar otra vez esta mañana, me preguntaba: ¿dónde harán sus necesidades estos nietos de españoles que pasan noches esperando en la calle sólo para hacer un trámite? ¿No puede España poner un sitio en Internet para los trámites migratorios, como los británicos o los canadienses? ¿O repartir un simple papel con un número, al estilo de los viejos almacenes, como lo hace el Consulado de Italia? En Argentina, cuando yo fui a la escuela, libros y maestros nos enseñaban que España era 'la madre patria'. La verdad es que -por la madre y por la hija- me siento doblemente humillado.

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