Reportaje:

El pulso entre Berlín y Bruselas

Alemania presiona a la Unión Europea para flexibilizar el Pacto de Estabilidad, ante el agravamiento de la crisis

La batalla ya está planteada y ahora se trata de buscar aliados a uno y otro lado del Rin. Alemania, que hace cuatro años impuso las férreas condiciones del Pacto de Estabilidad al resto de sus socios de la Unión Europea, pretende ahora que su aplicación sea flexible porque es el país peor situado para cumplirlo.

A sólo dos semanas de la introducción del euro, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo no están dispuestos a dar un paso que ponga en riesgo la credibilidad del sistema. Como en toda guerra desatada en la Unión Europea a tan alto nivel, no habrá seguramente ni vencedore...

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La batalla ya está planteada y ahora se trata de buscar aliados a uno y otro lado del Rin. Alemania, que hace cuatro años impuso las férreas condiciones del Pacto de Estabilidad al resto de sus socios de la Unión Europea, pretende ahora que su aplicación sea flexible porque es el país peor situado para cumplirlo.

A sólo dos semanas de la introducción del euro, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo no están dispuestos a dar un paso que ponga en riesgo la credibilidad del sistema. Como en toda guerra desatada en la Unión Europea a tan alto nivel, no habrá seguramente ni vencedores ni vencidos, pero las batallas que se avecinan causarán bajas y efectos colaterales.

El parón del crecimiento europeo ha puesto sobre la mesa unos datos muy negativos, y a su cabeza figura la 'locomotora' alemana
La preocupación futura debiera centrarse más en países como España, con un menor nivel de competitividad, que en Alemania o Francia
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La política monetaria europea convive en estos momentos con 12 políticas presupuestarias diferentes, pero los líderes europeos ya pactaron un modelo para que una decisión fiscal errónea de uno de sus socios no tuviera repercusiones nefastas sobre sus vecinos. En 1997, Alemania impuso una serie de inspecciones y posibles castigos a quienes no respetaran unas normas mínimas. Entre éstas, destaca la obligación de que el déficit de ningún país sobrepase el límite del 3% del producto nacional bruto. De hacerlo, se expondría a una multa que puede llegar al 0,5% del PNB.

Fue el ministro alemán de Finanzas de los noventa, Theo Waigel, el principal impulsor de ese tipo de medidas, con el implacable apoyo del entonces canciller, Helmut Khol, y el presidente del Bundesbank, Hans Tietmeyer. Los dirigentes alemanes no podían consentir, con vistas a la unión política y monetaria, las alegrías presupuestarias de sus socios del sur.

Lo que nunca pudieron imaginar ellos es que, cuatro años después, fuera precisamente Alemania la que pudiera estar en peligro de sufrir su propia medicina y que fueran algunos de los Estados entonces sospechosos, como España, los que le exigieran no desviarse un milímetro de lo pactado. 'Nunca me hubiera imaginado que algún día tendría que defender ante la misma Alemania el Pacto de Estabilidad y Crecimiento', confesaba Waigel el pasado lunes en la Fundación Konrad Adenauer.

Seguramente algo parecido piensa el ministro español de Economía, Rodrigo Rato, pero la realidad ha vuelto a superar la ficción. El parón en el crecimiento europeo ha puesto sobre la mesa unos datos mucho más negativos que los temidos y Berlín encabeza, seguido por Francia, Portugal e Italia, el grupo de los países que más 'desviaciones', en palabra del comisario Pedro Solbes, están sufriendo. En efecto, la Comisión Europea prevé que, para 2002, el déficit nominal en Alemania llegará al 2,7%, en Francia al 2%, en Portugal al 1,6% y al 1,2% en Italia.

Ante semejante panorama, el ministro alemán de Finanzas, Hans Eichel, tiró la primera piedra a finales de verano al insinuar que habría que flexibilizar el Pacto. Tres meses después, descubrió sus cartas y apostó por retrasar hasta 2006 (inicialmente era 2002 y luego se prolongó a 2004) el objetivo del equilibrio presupuestario.

Eichel no está solo. Francia, a través de su ministro de Finanzas, Laurent Fabius, comentó el mes pasado que había que ser 'sensible' con los problemas que tenían algunos países, en clara referencia a Alemania y a su propio país. No obstante, París acaba de presentar sus Presupuestos y, en opinión de la Comisión Europea, están en línea con los objetivos del Pacto.

Portugal sí se ha alineado mucho más clara y decididamente con las tesis alemanas. El ministro portugués de Finanzas, Guilhermo d'Oliveira, comentó el pasado día 4 tras el Ecofin: 'Nos parece buena la propuesta de Alemania' de retrasar el cumplimiento del Pacto de Estabilidad hasta 2006. 'Es necesario reafirmar una lectura prudente y flexible del Pacto', agregó. 'Como es evidente', advirtió a renglón seguido, 'el hecho de tener esta propuesta condicionará los criterios de los Estados'. Aunque de forma más prudente, su colega italiano, Giulio Tremonti, dejaba también abierta la puerta en la misma dirección: 'Tenemos que hablar y decidir entre nosotros sin airear las discrepancias'.

Debate sobre las inversiones

El Banco Central Europeo y la Comisión Europea se oponen radicalmente a semejantes tesis, aunque consideran 'normal' que surjan discrepancias. 'No caben interpretaciones ni flexibilidad', avisa el BCE, cuyo presidente, Wim Duisenberg, exige 'el estricto' cumplimiento del Pacto de Estabilidad. Para el comisario Solbes, 'no existe alternativa creíble' al Pacto. Y para Rato, 'deben mantenerse los compromisos' porque el equilibrio presupuestario 'es un elemento básico de las políticas económicas'. 'Si hubiera flexibilidad, el BCE se negaría a bajar los tipos', amenazan en la Comisión Europea.

Solbes ya advirtió hace tres meses que, ante la ralentización económica (con la consiguiente reducción en la recaudación fiscal y el aumento de gastos sociales a causa, entre otras, del aumento del paro) los Gobiernos podían echar mano de los llamados estabilizadores automáticos, que en definitiva supone un aumento de las inversiones públicas. Eso sí, ya avisó que algunos países con un déficit preocupante, como Alemania o Francia, tenían menos margen de maniobra.

Y así ha sido. Francia y Alemania ya aprobaron el año pasado sus respectivas reformas fiscales y Berlín reconoce que tendrá que abordar en 2002 un claro desequilibrio entre unos ingresos menores y unos gastos superiores. París aún confía en poder hacer los ajustes necesarios en otros capítulos de inversiones públicas para controlar su déficit y en crecer el año que viene algo más que el 1,5% que prevé la Comisión.

El mes que viene, durante el Ecofin que se celebrará el día 22, el Ejecutivo comunitario presentará un análisis global a la vista de los programas de estabilidad que han presentado los Gobiernos. Unas semanas después, hará un informe más detallado país por país. Pero el comisario Solbes ya ha dejado abierta una ventana a través de la cual Alemania puede ver la luz. Según el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, no hay que 'reinterpretar el Pacto', pero 'se deben tener en cuenta no sólo los déficit nominales, sino también los estructurales para ser coherentes con el Pacto de Estabilidad'.

Capacidad de crecimiento

O sea, que la clave no está en señalar con el dedo a quien tiene un déficit disparado en estos momentos por una coyuntura de ralentización agravada por el 11 de septiembre, sino en todo caso a quienes, aunque tengan ahora un déficit menor, no dispondrán de las condiciones adecuadas para mejorar su capacidad de crecimiento cuando a mediados de 2002, como está previsto, Europa encuentre de nuevo la senda de su crecimiento potencial (3%). Con tal hipótesis de trabajo, la preocupación futura debiera centrarse más en países como España, con un menor nivel de competitividad, que en Alemania o Francia.

Y es que este frenazo que afecta a Europa mucho más de lo previsto en la primavera pasada, se produce en unas circunstancias totalmente nuevas, cuando la inflación empieza a estar controlada y las bases de la economía europea, como insiste Solbes, son realmente sólidas. Por eso, lo realmente preocupante para los ministros europeos de Finanzas no es tanto el aparentemente pasajero bache actual, sino el potencial de crecimiento real europeo. Rato suele comentar que Estados Unidos ha entrado en fase de ralentización tras crecer una década a una media del 3,5%, pero a Europa le ocurre lo mismo cuando sólo había crecido un año a ese ritmo.

El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi (izquierda), y el comisario Pedro SolbesEPA

Un mal más profundo, preocupante, pero asumible

Los Gobiernos europeos son conscientes de que el mal es más profundo. El comisario de Mercado Interior, Fritz Bolkestein, acaba de difundir esta semana un amplio informe en el que pone el dedo en la llaga: es necesaria una gran reforma estructural basada en una mayor integración de mercados y en una mayor flexibilidad laboral para que los europeos superen su potencial de crecimiento. La Unión Europea se ha marcado como objetivo para el año 2010 convertirse en la zona más competitiva del mundo, pero no acaba de avanzar en varias de las metas clave que se ha fijado. El informe de Bolkestein señala que un mercado europeo totalmente integrado aumentaría un 14% el producto interior bruto (PIB) de la UE y el comercio intracomunitario crecería un 45%. Un mercado único de servicios de empresas elevaría el PIB europeo entre 1,1% y 4,2%. Por el contrario, pone algún ejemplo negativo más que elocuente: en el sector de la construcción, en la UE sólo es estándar el cemento. El coste de las transferencias bancarias transfronterizas, la ausencia de un mercado financiero integrado, los retrasos para aprobar una norma común sobre las ofertas públicas de adquisición de acciones (OPA), los escasos avances en el paquete de telecomunicaciones, los constantes problemas para la distribución de automóviles, los subterfugios para no aplicar criterios fiscales comunes sobre el ahorro o las trabas a la liberación del sector energético son sólo algunas de las asignaturas pendientes para la Unión. Ése es el problema de base, más que las actuales cifras de déficit. Sobre todo, cuando la propia Comisión Europea prevé un escenario mejor para 2003, cuando el déficit en Alemania baje entonces al 2,2%, al 1,6% en Francia, al 1,4% en Portugal y al 0,9% en Italia. 'Preocupante, pero asumible', resume el comisario Pedro Solbes.

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