Editorial:

Más vale tarde

El Banco Central Europeo (BCE) bajó ayer el tipo de interés de la zona euro en medio punto, hasta el 3,25%. El retraso en tomar la decisión de abaratar el dinero es reprochable en cuanto que la información disponible sobre inflación y crecimiento en los países de la moneda común son hoy básicamente los mismos que los conocidos en la reunión anterior del BCE, con excepción quizá de algunos indicadores subjetivos sobre confianza empresarial. Pero más vale tarde que nunca, como prueba la favorable reacción de los mercados y el acuerdo generalizado de los analistas en que ésta es la vía más adecua...

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El Banco Central Europeo (BCE) bajó ayer el tipo de interés de la zona euro en medio punto, hasta el 3,25%. El retraso en tomar la decisión de abaratar el dinero es reprochable en cuanto que la información disponible sobre inflación y crecimiento en los países de la moneda común son hoy básicamente los mismos que los conocidos en la reunión anterior del BCE, con excepción quizá de algunos indicadores subjetivos sobre confianza empresarial. Pero más vale tarde que nunca, como prueba la favorable reacción de los mercados y el acuerdo generalizado de los analistas en que ésta es la vía más adecuada para combatir los síntomas de parálisis que empiezan a afectar a las economías europeas.

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Es posible desde luego identificar las causas inmediatas de la flexibilidad monetaria de Wim Duisenberg y su consejo. Ni siquiera los ortodoxos más lunáticos se atreverían hoy a negar que la amenaza inflacionista se está conjurando con rapidez, debido sobre todo a la drástica contracción de la demanda en las economías europeas; y ya parece evidente que la economía alemana está a un paso de la recesión, según el diagnóstico reciente de la Federación de Bancos Alemanes. Pero, más allá de los motivos inmediatos, parece que el BCE está más dispuesto a incorporar en sus análisis criterios distintos de la obsesión por los precios. Eso parece desprenderse de la afirmación de Duisenberg de que la inflación tenderá a estabilizarse el año próximo y caerá claramente por debajo del 2%. Debe deducirse, pues, que el BCE puede relajar su política monetaria en consonancia con el empeoramiento del ciclo económico. No conviene olvidar que el coste del dinero en Europa está todavía 1,25 puntos por encima del aplicado en Estados Unidos.

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El mensaje del BCE debería contribuir a aclarar los balbuceos de las autoridades económicas españolas, que oscilan entre la defensa empecinada de la ortodoxia del déficit cero -en la que está encastillado el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro- y el tímido reconocimiento de que es necesario revisar las expectativas de crecimiento para el año próximo, patrocinadas por el Ministerio de Economía. Si el equipo económico no clarifica sus posiciones, se corre el riesgo de un desbarajuste presupuestario.

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