Los talibanes ejecutan a un líder afgano que era clave en la estrategia de Bush

La muerte de Abdul Haq rompe los planes de EE UU para forzar la caída del régimen afgano

Después de asesinar al mítico Masud hace mes y medio, los talibanes eliminaron ayer a Abdul Haq, otro de los principales jefes militares de la resistencia contra el régimen de Kabul. Los servicios de espionaje talibanes capturaron en la madrugada de ayer a Abdul Haq, uno de los comandantes muyahidin más célebres de la guerra de guerrillas contra la URSS y la principal alternativa de Estados Unidos para fraccionar al régimen integrista de Kabul. Haq fue interceptado en Azro, aldea de la provincia afgana de Logar, a 10 kilómetros de la frontera paquistaní, cuando viajaba de incógnito para...

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Después de asesinar al mítico Masud hace mes y medio, los talibanes eliminaron ayer a Abdul Haq, otro de los principales jefes militares de la resistencia contra el régimen de Kabul. Los servicios de espionaje talibanes capturaron en la madrugada de ayer a Abdul Haq, uno de los comandantes muyahidin más célebres de la guerra de guerrillas contra la URSS y la principal alternativa de Estados Unidos para fraccionar al régimen integrista de Kabul. Haq fue interceptado en Azro, aldea de la provincia afgana de Logar, a 10 kilómetros de la frontera paquistaní, cuando viajaba de incógnito para incitar a una rebelión de clanes pastunes. Los talibanes aseguran que Haq fue fusilado a la una de la tarde de ayer, hora local.

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La versión talibán señala que Haq llevaba consigo varios teléfonos satélites, una gran cantidad de dinero en dólares y documentos valiosos en los que se detalla su red de colaboradores. La persecución comenzó poco después de las doce de la noche, cuando los servicios de información detectaron la entrada en el país de tres vehículos sospechosos. 'Se encontraba acompañado de unas cuarenta personas y la mayoría de ellas logró escapar', comentó una fuente próxima a los talibanes. De acuerdo con esta versión, junto a Haq fueron ejecutados su sobrino Ezzatullah ul Haq y un tercer hombre llamado Mohamed Dawran. Las tropas talibanes proseguían anoche con la búsqueda del resto del grupo.

Al sentirse descubierto, Abdul Haq, de 43 años, telefoneó a las fuerzas estadounidenses, que organizaron de inmediato una operación de apoyo. Varios helicópteros atacaron la zona para facilitar su huida. Algunas fuentes citadas por la BBC señalan que Estados Unidos intentó una operación de rescate. Entre sus acompañantes se hallaba un ciudadano norteamericano que logró escapar y aún está en paradero desconocido. A las dos y media de la madrugada, los talibanes detuvieron a Haq y lo trasladaron al sur de la capital, según la versión oficial. Menos de 12 horas después, un portavoz de Mohamed Omar, jefe espiritual de los talibanes, anunció que había sido ejecutado con una ráfaga de ametralladora.

Miembro de la etnia pastún, como los talibanes, Haq se erigió durante la década de invasión soviética (1979-1989) en la pesadilla del Ejército Rojo. Experto en explosivos, voló puentes, saboteó una central eléctrica, atentó contra el aeródromo de Bagram cuando era la primera base en Afganistán y dinamitó un depósito de armas en Kargha, un barrio de la capital. 'Para los soviéticos era más peligroso que el propio Masud, pues resultaba más dañino', asegura Etore Mo, corresponsal del Corriere della Sera, experto en Afganistán y conocedor de ambos líderes.

En esa época, Abdul Haq se labró una aureola de invencible. Tras la caída del régimen comunista de Mohamed Najibulá, en 1992, se quedó al margen de la lucha entre facciones muyahidin, lo que aumentó su aureola. Cuando los talibanes tomaron el poder en 1996, se exilió en Londres. Allí dirigió hasta hace un mes una empresa de importación y exportación. Ese pasado heroico y su pertenencia a la etnia pastún lo transformaron en la opción de Washington para quebrar al régimen talibán. Su pérdida resulta un durísimo golpe para la estrategia norteamericana. La muerte de Haq es comparable al asesinato de Masud, de quien era amigo. En un mes y medio, los enemigos internos de los talibanes se han quedado sin dos de sus referencias políticas y militares.

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El hecho de que Haq llevara grandes cantidades de dinero en el viaje que le ha costado la vida es una prueba de que su plan era comprar las voluntades de los jefes de los clanes pastunes descontentos con el radicalismo religioso de los talibanes. En Afganistán se han ganado más batallas mediante el soborno que con las balas. Ésa fue la táctica de los talibanes en 1996: pagaron la fidelidad de los comandantes de Gulbuddin Hekmatyar, otro pastún que ahora, desde su exilio iraní, se declara partidario de crear una coalición con Omar y luchar contra los norteamericanos.

La muerte de Haq y el tipo de operación militar que lleva a cabo Estados Unidos, selectiva y lenta, abren varias posibilidades:

- La Alianza del Norte se convierte en la única opción. Sin Abdul Haq, que trataba de organizar una Alianza del Sur, la coalición norteña se convierte de este modo en la única alternativa. Estados Unidos tiene dos opciones: hallar otro dirigente entre los pastunes y ralentizar aún más la guerra o apoyar a la Alianza en las líneas del frente de Kabul para que puedan entrar en la ciudad. En una palabra, o Estados Unidos respalda decididamente a la Alianza del Norte o se verá obligado a desplegar tropas de tierra.

- La Alianza entra en la capital. Opción imposible si no cambia la estrategia de bombardeos de EE UU o recibe ayuda militar de Rusia. Este grupo de la oposición no es un movimiento unido. Está compuesto por tayikos (el 30% de la población), uzbekos y hazaras (shiíes y de origen mongol). Cada una de estas etnias tiene un padrino extranjero detrás. Los tayikos, Tayikistán; los uzbekos, Uzbekistán; los hazaras, Irán. Si la Alianza entrara en Kabul, Pakistán perdería las opciones de manejar el futuro afgano. El favorecido indirecto sería India, aliado de la Alianza y de Rusia.

- Un Gobierno de coalición. Una vez desalojados los talibanes de Kabul, se organiza un Ejecutivo que incluya a la etnia pastún, un 40% de la población afgana. Antes, EE UU debe descubrir una alternativa moderada dentro del régimen. Pakistán es el gran interesado en preservar el liderazgo de los pastunes, sus aliados. Los intereses de Islamabad chocan con los de Irán, Uzbekistán, Tayikistán, Rusia y los de la propia Alianza. Sería sarcástico que el creador de los talibanes fuera, a la postre, el beneficiado de la crisis.

- La Alianza se fracciona. Ya sucedió en 1992, cuando los muyahidin que derrotaron al imperio soviético se enzarzaron en una lucha por el control de la capital. El asesinato de Masud, el 9 de septiembre de 2001, ha dejado a los tayikos, la fuerza mayoritaria de la Alianza, sin cabeza. Su sustituto, Mohamed Fahim, carece de carisma. En esta situación, el papel de Rashim Dostum, pese a su pasado de traiciones, sube enteros. Su posible entrada en Mazar-i-Sharif reforzaría esa posición.

- Una fuerza de paz extranjera para Kabul. Se habla de turcos. O de cascos azules de Naciones Unidas. La primera opción resultaría una afrenta para la otra potencia regional, Irán, que pugna con Turquía por extender su influencia en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central. Turquía supondría un refuerzo para los intereses de Uzbekistán y los del general uzbeko Dostum. Los soldados de la ONU obligarían al Consejo de Seguridad a crear un protectorado durante varios años, y EE UU perdería la conducción de la etapa postalibán.

Abdul Haq, veterano combatiente asesinado por los talibanes.REUTERS