Reportaje:

Cuando el crecimiento es confuso

El PIB en el segundo trimestre sorprende a los economistas y el Gobierno mantiene sus previsiones a pesar de la crisis

La economía española creció el 3% en el segundo trimestre de 2001, en clara línea descendente. El empeoramiento de la economía internacional augura un ejercicio presupuestario complicado el año próximo, porque el Gobierno se resiste a admitir la evidencia.

La evolución de la economía española en el segundo trimestre de este año parece más interesante por los continuos vaivenes en los ajustes de las cifras estadísticas, que por la propia línea evolutiva, que en todo caso confirma una persistente desaceleración del crecimiento en línea con la pérdida de ritmo de la economía mundial. De má...

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La economía española creció el 3% en el segundo trimestre de 2001, en clara línea descendente. El empeoramiento de la economía internacional augura un ejercicio presupuestario complicado el año próximo, porque el Gobierno se resiste a admitir la evidencia.

Resulta chocante que el gasto en consumo crezca el 2,3%, mientras que el IVA solamente aumenta el 0,3%

La evolución de la economía española en el segundo trimestre de este año parece más interesante por los continuos vaivenes en los ajustes de las cifras estadísticas, que por la propia línea evolutiva, que en todo caso confirma una persistente desaceleración del crecimiento en línea con la pérdida de ritmo de la economía mundial. De más está decir que a partir de los acontecimientos del 11 de septiembre la tendencia a la desaceleración económica se agudizará de forma notable. El caso es que entre abril y junio, el PIB español -en términos de contabilidad nacional- creció el 3%, que es un ritmo todavía respetable y superior a la media europea. Entre otras cosas, porque la capacidad potencial de crecimiento de la economía española sigue siendo superior a la del resto de los países del euro.

Una primera interpretación confirma que el crecimiento económico continúa la evolución descendente de trimestres anteriores, coherente con el empeoramiento de la evolución económica internacional. La demanda interna mantiene su aportación al crecimiento, mientras que el sector exterior aportó solamente una décima, tres menos que en el trimestre anterior. Ésta es precisamente la vía por la que se traslada el impacto del empeoramiento de la economía mundial.

Pero todo lo anterior son comprobaciones de lo evidente. La medida del crecimiento del segundo trimestre resulta poco indicativa de lo que puede ser la evolución futura de la economía, puesto que los sucesos del 11 de septiembre en Nueva York han introducido el pánico donde antes ya existía incertidumbre. El efecto más probable es que se agudicen los síntomas de recesión en Estados Unidos -descenso del consumo, efecto pobreza-, que se propague por el resto de la economía internacional y que se extienda un periodo contractivo de la economía. El Gobierno y los economistas que siguen de cerca la coyuntura parecen estar de acuerdo en que esta situación se mantendrá hasta mediados del año próximo.

Los problemas no están en el diagnóstico general, sino en algunas consideraciones de detalle sobre el cálculo estadístico y, sobre todo, en las consecuencias políticas que pueden extraerse de la desaceleración ya conocida y la caída en picado que se supone está por venir. Los ministerios de Economía y Hacienda se las arreglan para introducir la sensación de inflexibilidad en casi todos los acontecimientos excepcionales que requieren precisamente flexibilidad.

- Sensibilidad. El equipo económico del Gobierno parece haber perdido todo contacto con la realidad. Mientras Estados Unidos, Japón y muchos países del área euro ajustan sus previsiones económicas y sus cuentas de ingresos y gastos públicos a la sensación depresiva derivada del ataque terrorista a Wall Street, Rodrigo Rato y Cristóbal Montoro mantienen la posición de Don Tancredo. El escenario macroeconómico del Gobierno que define el Presupuesto del año 2002 parte de una previsión de crecimiento del 2,9%, exactamente la misma que proponía el Gobierno el pasado mes de julio, antes del desastre de Manhattan. Así pues, para los economistas del Gobierno no ha pasado nada entre julio y septiembre.

Más próximas a la realidad parecen las estimaciones de los servicios de estudios de otras instituciones. La más moderada estima un crecimiento anual del 2,5%, y las más radicales prevén un crecimiento de entre el 1,8% y el 2%. Ese abanico sí puede interpretarse como razonable con los datos disponibles en la actualidad.

- Desequilibrio. Esta incomunicación con la realidad transmite otros errores notables. La previsión de recaudación de ingresos públicos para el año próximo anticipa un aumento del 6,5%, que es muy poco creíble. Incluso si se acepta que el crecimiento de la economía va a ser del 2,9%, sería muy difícil que los ingresos aumentaran el 6%. Por tanto, es razonable suponer que el avance hacia el equilibrio presupuestario, conseguido en años anteriores gracias a la subida desorbitada de los ingresos y a la política de recorte sistemático de la inversión pública. Éste sería un escenario realista que cualquier Gobierno consideraría prudente aceptar, porque cualquier desviación hacia un mayor crecimiento podría ser interpretado por la opinión pública como un éxito notable.

Otro ejercicio de inmovilidad es la persistencia en el criterio del equilibrio presupuestario. Rato y Montoro no son capaces de articular un discurso de política económica que sea coherente con los tiempos de crisis aguda. Caiga quien caiga, se mantiene la ideología del déficit cero, incluso en contradicción con la convergencia real.

- Estadísticas borrosas. La percepción de las estadísticas que se ofrecen desde el Instituto Nacional de Estadística (INE) no permiten, en todo caso, disponer de un punto de referencia adecuado. En los datos correspondientes al segundo trimestre de este año, se aprecian contradicciones muy llamativas. Resulta chocante que el gasto trimestral en consumo crezca el 2,3%, mientras que al IVA solamente ha aumentado el 0,3%. ¿Estamos ante un caso de consumo negro?

La sensación es que los datos de consumo público y privado, inversión o sector exterior son los que en cada circunstancia determinan la fotografía económica que interesa al Gobierno. Después, en ajustes posteriores, se modifica sin que la opinión pública perciba que la fotografía real era menos favorable de lo que se transmitió.

Por ejemplo, el gasto en consumo que hoy se da como bueno para el primer trimestre del año 2001 es superior en cuatro décimas al que se admitió en el momento de la publicación de las cifras. La exportación de bienes y servicios de ese mismo periodo se hinchó entonces en 2,9 puntos, que ahora se corrigen en las series del segundo trimestre del año hacia atrás; también se sobrevaloró en cuatro décimas el crcimiento trimestral de la inversión entre enero y marzo. Y así en varias partidas.

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