Columna

Pasado

El pasado lunes acudí a la inauguración de una exposición fotográfica y me di de cara con un pasado luminoso, el de las mujeres que, a la muerte de Franco, se apoderaron de las calles y alzaron sus voces para transformar la sociedad. La muestra se titula Els anys violeta, los años violeta, y con fotografías de Pilar Aymerich y textos de Elvira Altés estará hasta el próximo 10 de junio en la sede barcelonesa del Col.legi de Periodistes de Catalunya, auspiciada por la Associació de Dones Periodistes.

La toma de las calles y la voz se inició simbólicamente en un mayo como éste, hace...

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El pasado lunes acudí a la inauguración de una exposición fotográfica y me di de cara con un pasado luminoso, el de las mujeres que, a la muerte de Franco, se apoderaron de las calles y alzaron sus voces para transformar la sociedad. La muestra se titula Els anys violeta, los años violeta, y con fotografías de Pilar Aymerich y textos de Elvira Altés estará hasta el próximo 10 de junio en la sede barcelonesa del Col.legi de Periodistes de Catalunya, auspiciada por la Associació de Dones Periodistes.

La toma de las calles y la voz se inició simbólicamente en un mayo como éste, hace un cuarto de siglo, con la celebración de las Jornades Catalanes de la Dona, y desde entonces nada volvió a ser como era. 'Aquel grito sacudió desde los cimientos los hábitos que el franquismo había impuesto al colectivo femenino durante cerca de cuatro décadas', escribe Altés. Y es cierto. Éramos un colectivo bajo leyes que exigían la autorización del marido para trabajar y cobrar el sueldo; que recibía dote si dejaba de trabajar para casarse; que, en las prisiones, se veía sometido a la regeneración impuesta por las funcionarias-monjas. No podíamos irnos de casa sin permiso paterno, salvo para casarnos o ingresar en conventos. Las adúlteras iban a la cárcel, aunque estuvieran separadas; las madres solteras eran perseguidas. Se nos trataba como si fuéramos menores de edad, o deficientes mentales. Como propiedades.

Aquella fiesta democrática se prolongó lo suficiente como para echar los cimientos de la sociedad actual. Mirando las fotografías de Pilar Aymerich me entró la emoción intransferible del que todavía sabe que no permitirá que le quiten lo bailao. En las imágenes hay mujeres que ya no están en este mundo que tanto contribuyeron a mejorar. Todas, obreras o estudiantes, abogadas o intelectuales, periodistas o ingenieras, nos quedan en herencia.

No echo en falta aquel tiempo: ojalá que nunca más necesitáramos luchar por lo obvio. Ojalá nadie tuviera que manifestarse, ahora, con más dolor que entonces, contra los atentados de una secta anacrónica que trata de cercenar las ideas y la vida. Cómo me gustaría que este presente fuera ya pasado, colgado de la pared, en fotografía.

(Un abrazo, amigo Gorka).

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