Manuel Vicent ataca la 'crueldad como costumbre' en su libro 'Antitauromaquia'

Muchos dirán que vuelve a la carga con lo de siempre; otros, teme, 'nos querrán matar'. Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) habla en plural por el dibujante Ops (El Roto), su compañero de cuadrilla en la edición de esta Antitauromaquia (Aguilar), recopilación de sus artículos contra la lidia publicados durante años en EL PAÍS. Ambos embisten, uno con el poder de la palabra escrita y el otro con 26 ilustraciones demoledoras, contra una fiesta que, para Vicent, es 'deprimente'. En eso lo deja, porque alterarse no es algo que esté en su vocabulario, por lo menos a estas altu...

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Muchos dirán que vuelve a la carga con lo de siempre; otros, teme, 'nos querrán matar'. Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) habla en plural por el dibujante Ops (El Roto), su compañero de cuadrilla en la edición de esta Antitauromaquia (Aguilar), recopilación de sus artículos contra la lidia publicados durante años en EL PAÍS. Ambos embisten, uno con el poder de la palabra escrita y el otro con 26 ilustraciones demoledoras, contra una fiesta que, para Vicent, es 'deprimente'. En eso lo deja, porque alterarse no es algo que esté en su vocabulario, por lo menos a estas alturas. 'No, ya no me enfado por nada', cuenta ese Vicent de mirada azul al que hay que picar muy en lo alto para sacarle de sus casillas.

'Además, yo no quiero que se prohíban los toros, allá cada cual, yo lo que quiero es que, además de los toros, que es algo que representa a una España que ya no existe, de señoritos con puro y pícaros, se fomente lo demás', reivindica. Y, de paso, que no se etiquete como arte lo que simplemente es crueldad. '¿Cómo es posible que se comieran al toro que mató a Manolete o al Yiyo o a Paquirri?', se pregunta. 'Eso sólo ocurre aquí, por eso es ridículo, ni siquiera se respeta el rito hasta el final, y se lo comen por costumbre, que es lo malo, haber elevado la crueldad a costumbre'.

Ni siquiera los británicos meten en el apartado artístico su caza del zorro. 'Ellos lo consideran deporte, y para mí es una actividad también bárbara, pero nosotros, a los toros, los metemos en la categoría de cultura, de arte'. Es algo que sostiene que se superará, pero no por ayuda de las vacas locas. 'No creo que las incineraciones contribuyan ahora a acabar con ello. Y eso que en España, que se matan al año 50.000 toros, eso supone 50.000 sacos de plástico y otras tantas hogueras. ¿Sabes lo que es eso?'.

Otra de las cosas que le parecen humillantes de ese sambenito folclórico español es la etiqueta que te cuelgan hasta los chinos. 'Ir a Shanghai para que un chino te pegue dos pases y te clave un par de banderillas es algo deprimente', se queja. Espera que no le pase ahora en Chicago o Nueva York, adonde va a ir esta semana. 'Espero que no, pero eso me recuerda lo que decía mi amigo Juan Esterlich a propósito de hacer cine en España, que, según él, era algo tan difícil como organizar una corrida de toros en Chicago'.

No parece ser el caso de Vicent, que ya espera el estreno de la adaptación cinematográfica de su novela Son de mar, que ha dirigido Bigas Luna y que se estrena el 6 de junio. Son cosas que le tendrán entretenido y lejos de la máquina de escribir, porque su actividad es algo que le aburre. 'Escribir cuesta muchísimo, es un sufrimiento, pero hay que hacerlo porque las máquinas no paran'.

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