HISTORIAS DEL COMER

Dora Salazar presenta sus últimas esculturas en Bilbao

Ciudad de hilo y Humano, demasiado humano son los nombres de dos series que recogen las últimas creaciones de la escultora navarra Dora Salazar (Alsasua, 1963). Bajo esos títulos genéricos presenta una seelcción de su producción más reciente en la galería Windsor Kulturgintza de Bilbao hasta el próximo 19 de mayo. Dora Salazar ha creado figuras humanas amarradas con hilo de cobre, cabezas confeccionadas con cuerda que asoman del suelo, cuerpos de cuero amputados a modo de Venus clásicas, bustos, prótesis propias de un cuento fantástico o extremidades de estopa que asoman de lu...

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Ciudad de hilo y Humano, demasiado humano son los nombres de dos series que recogen las últimas creaciones de la escultora navarra Dora Salazar (Alsasua, 1963). Bajo esos títulos genéricos presenta una seelcción de su producción más reciente en la galería Windsor Kulturgintza de Bilbao hasta el próximo 19 de mayo. Dora Salazar ha creado figuras humanas amarradas con hilo de cobre, cabezas confeccionadas con cuerda que asoman del suelo, cuerpos de cuero amputados a modo de Venus clásicas, bustos, prótesis propias de un cuento fantástico o extremidades de estopa que asoman de lugares inverosímiles. Todo ello elaborado a una escala natural que se pierde en la serie Ciudad de hilo, fusión miniaturizada de arquitectura y anatomía humana.

'En principio, la idea empezó un poco en relacionar el traje, el vestuario, con lo que podría ser la piel. Aparecen muchas pieles, unas suaves y blancas, otras curtidas, otras tramadas y algunas entre esqueleto y piel. Se trata de buscar muchas pieles como sinónimo de identidades. Son piezas bastante poéticas, fáciles de disfrutar y muy sensitivas. No son frías; a algunos les darán dentera y a otros les agradarán, pero producen un efecto', explica la autora refiriéndose al contenido de la muestra. Dora Salazar realizó el doctorado en escultura en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco y mostró por primera vez su trabajo en público en 1985. En 1990 obtuvo el premio Gure Artea y en 1999 participó en una exposición colectiva en la galería Concordia de Nueva York.

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