Columna

Sin brújula y con ansiedad

Davos anda un poco mustio este año. No tanto por las manifestaciones contrarias o la reunión alternativa en Porto Alegre, sino porque el Foro Económico Mundial se ha quedado sin brújula, sin modelo. En la edición de 1999 triunfó el de EE UU, con su revolución tecnológica, sí, pero también con un consumo desaforado de los estadounidenses, que servía de locomotora económica mundial. En 2000 se proclamaba el fin de los ciclos y el triunfo de la era Internet. En 2001 se redescubre el ciclo, la crisis -¿corta?, ¿larga?, con márgenes de maniobra, pero choca la confianza casi irracional de tanta gent...

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Davos anda un poco mustio este año. No tanto por las manifestaciones contrarias o la reunión alternativa en Porto Alegre, sino porque el Foro Económico Mundial se ha quedado sin brújula, sin modelo. En la edición de 1999 triunfó el de EE UU, con su revolución tecnológica, sí, pero también con un consumo desaforado de los estadounidenses, que servía de locomotora económica mundial. En 2000 se proclamaba el fin de los ciclos y el triunfo de la era Internet. En 2001 se redescubre el ciclo, la crisis -¿corta?, ¿larga?, con márgenes de maniobra, pero choca la confianza casi irracional de tanta gente en Davos en las capacidades mágicas de Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal-, a la vez que tantos negocios de Internet fracasan, a la espera de una segunda ola. Sin embargo, la red, se va a enredar cada vez más en la vida de todos, o de casi todos: de los que tienen acceso.

Pues aunque este Davos se ha planteado bajo el lema de 'salvar la brecha digital', han sido los países en vías de desarrrollo los que han tenido que dar la voz de alerta, implorar la apertura de mercados pero no pedir ayuda, asegurar que nadie se quiere salir de la globalización, sino hacerla más humana, o, como señaló el presidente mexicano, Vicente Fox, pedir 'un vasto incremento de la ciudadanía en el mercado'.

Se redescubre que la economía, incluso la nueva, tiene ciclos, aunque sean distintos de otros anteriores. Pero aunque la caída pueda estar más provocada por un bache financiero en EE UU, no por ello deja de afectar a la economía real. Y así, en esta situación surge una nueva llamada a la política, a la gobernancia, al buen gobierno a escala local, estatal y supernacional. El peligro, del que alerta Joseph Nye, de Harvard, es que la política vaya demasiado retrasada respecto a los mercados, como ha ocurrido otras veces en la historia. El problema, largamente debatido, es que los problemas son globales, pero la política es, aún, esencialmente local.

Pero, en general, se pide más política, más gobierno, sin por ello frenar las liberalizaciones. ¡Qué cambio respecto a años anteriores! Caído en desuso el milagro asiático, cabe redescubrir, no sólo como nueva locomotora de la economía mundial, a Europa como modelo de competitividad y mayor grado de solidaridad social. El redescubrimiento, paradójicamente, llega cuando el modelo europeo está transformándose y cuando la UE se ve sumida en una crisis de liderazgo duramente criticada en Davos por numerosos grandes empresarios presentes.

A la vez, estos propios empresarios, parte del mercado, sienten la necesidad de acercarse a las ONG, invitadas, en algunos casos muy limitados, a participar en esta ocasión en los debates internos en Davos. Pues las empresas, como reconocen algunos de sus presidentes, las necesitan en su búsqueda de una mayor legitimidad y aceptación para el negocio de la biotecnología, los juguetes o los contenidos televisivos, por ejemplo. Junto a los políticos, han empezado a comprender que tienen que buscar la confianza del público, y para ello han de atender a los rechazos que provoca la globalización.

Fox detecta también un 'creciente rechazo del craso materialismo'. En el fondo, lo que se está cuestionando es el modelo de consumo. Uno de los debates en Davos giró sobre un nuevo concepto, el de la 'prosperidad ansiosa'. Juntar 'prosperidad' y 'ansiedad' puede parecer paradójico, pero no lo es cuando tanta gente ha perdido tanto en las bolsas -en Japón, según el primer ministro japonés, Yoshiro Mori, el equivalente al doble del PIB del país-, o cuando la volatilidad y la inseguridad laboral o en la calle es la norma. El estrés puede generar creatividad. Pero la ansiedad, personal o social, es una condición patológica, especialmente cuando viene inducida desde fuera, como la ansiedad de los que temen quedarse atrás. Davos se ha quedado sin brújula. Pero tampoco cunde el pánico. Sólo una cierta ansiedad.

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aortega@elpais.es

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