Las heridas de Niza

Schröder intenta recomponer las relaciones con Chirac tras los desencuentros de la última cumbre

La cumbre de Niza, que ha reconocido el mayor peso específico de Alemania en la Unión Europea, ha dado también a los dirigentes de la coalición rojiverde alemana una oportunidad de aplicar el último consejo que el viejo canciller democristiano Helmut Kohl les dio en vísperas de la mudanza a Berlín.Era a finales de junio de 1999. En Bonn, las maletas para el histórico traslado del Parlamento hacia el Este estaban hechas y, desde la antigua sede del Bundestag, a las orillas del Rin, Kohl, todavía en su papel de viejo patriarca, compartió con los diputados su sabiduría política y les explicó cuál...

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La cumbre de Niza, que ha reconocido el mayor peso específico de Alemania en la Unión Europea, ha dado también a los dirigentes de la coalición rojiverde alemana una oportunidad de aplicar el último consejo que el viejo canciller democristiano Helmut Kohl les dio en vísperas de la mudanza a Berlín.Era a finales de junio de 1999. En Bonn, las maletas para el histórico traslado del Parlamento hacia el Este estaban hechas y, desde la antigua sede del Bundestag, a las orillas del Rin, Kohl, todavía en su papel de viejo patriarca, compartió con los diputados su sabiduría política y les explicó cuáles son las pautas de conducta a las que debe ceñirse un dirigente alemán. Ser modesto y no jactarse nunca de las victorias conseguidas era la regla de oro.

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A los líderes alemanes se les ha pasado la resaca de Niza y se les ha pasado la tentación de criticar ferozmente a los franceses o de mostrar la decepción por el comportamiento del presidente Jacques Chirac y por la relación de éste con el jefe del Gobierno, Lionel Jospin. El líder alemán, Gerhard Schröder, y su ministro de Exteriores, el verde Joschka Fischer, han comenzado ya a tender puentes de nuevo para recomponer la relación con Francia desde las nuevas coordenadas europeas.

El viernes, en una sesión de la Comisión de Asuntos Europeos del Bundestag, Fischer reconocía que la cumbre había estado a punto de fracasar debido a la actitud de la presidencia francesa y a su tozudez en el tema de la ponderación de voto. Mientras el ministro explicaba que se había hecho lo que se había podido y que lo importante era que Niza asegura la ampliación de la UE, los responsables de las principales agendas políticas de Alemania ya se habían puesto en marcha para concertar una cita entre Schröder y Chirac, acompañados de sus respectivos ministros de Exteriores, Fischer y Hubert Védrine, así como el ministro responsable de Europa de Francia, Pierre Moscovici. Será en enero. El tema está claro: analizar las repercusiones de Niza.

Berlín no quiere ni puede jugar en solitario en Europa, y sus dirigentes parecen ser tan conscientes de ello como lo era Kohl. En primer lugar, porque Alemania no se basta sola para imponer su propia política, y en segundo, porque cualquier intento imprudente de hacerlo generaría de inmediato peligrosas y amplias alianzas de los demás países de la UE en su contra. La distancia que Alemania les saca a sus socios de la UE tiene un límite, porque la historia de este siglo y sus trágicos fantasmas acechan, por ahora, detrás de cada intento de forzar demasiado los hilos de la UE. De trazar paralelos históricos nada favorecedores se encargarían, como han hecho en otras ocasiones, los diarios populares británicos que tanto irritan a los dirigentes alemanes. También se encargaría de ello la susceptible opinión pública francesa, aunque ahora los ciudadanos del país vecino parecen más molestos por los escándalos en los que está sumido su presidente, Jacques Chirac, y por el mal trabajo realizado por éste en Niza que por la ventaja de Alemania a la hora de hacer valer su población en la toma de decisiones. "Chirac es el peor presidente de toda nuestra historia", decía en Berlín un respetado politólogo francés, para el cual Niza ha supuesto el fracaso en el intento de crear una "identidad europea" y ha producido una Europa híbrida, que en parte funciona por criterios intergubernamentales, en parte por criterios federales. "Niza ha sido la cumbre de la miopía, ha sido la peor que hemos visto en los últimos años", le espetaba al francés un influyente político democristiano alemán, que expresaba, con inusitada vehemencia, su desencanto por lo poco que, según él, ha aportado Niza a la capacidad de la UE de tomar decisiones en política exterior. "Hay un excesivo derecho de veto que impide a Europa reaccionar con celeridad en la escena internacional", lamentaba el político en un debate. "En el momento mismo de conseguir sus objetivos, Alemania estaba obligada a dar un paso para mejorar sus relaciones con Francia, porque sin el motor franco-alemán no es posible mantener la cohesión de Europa", señalaba un responsable de asuntos europeos en una Administración regional. El viernes, el ministro Fischer afirmaba que la relación franco-alemana es, de forma "irrefutable", el motor de la integración europea.

El "motor", aunque esté desequilibrado, no puede ser todavía sustituido de forma estable por ninguna otra constelación de países europeos. Alemania podrá ser el país más beneficiado por la ampliación al Este, pero no puede afrontar en solitario los riesgos de la ampliación, que, de ser demasiado precipitada, podría llegar a afectar incluso al euro. La ampliación someterá a la UE a choques culturales de mayor envergadura que los que ha supuesto la integración de la antigua República Democrática Alemana en la República Federal de Alemania. A pesar de las transferencias cuantiosas que se han canalizado hacia el Este, la ex RDA necesita 10 años más para equipararse a la parte occidental del país, señalaba el líder de un land oriental de Alemania.

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Entre el cumplimiento formal de los criterios de incorporación a la UE y la "asimilación" práctica de las leyes que los candidatos se proponen incorporar hay todo un trecho, señalaba un alto funcionario europeo. La situación del sector bancario en los países del Este podría tener un efecto desestabilizador para el euro incluso antes de que los candidatos soliciten ingresar en la moneda común europea.

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