Editorial:

Prevención vacuna

Las medidas de choque adoptadas el martes por el Gobierno francés para acabar con el temor de la población al contagio del mal de las vacas locas (encefalopatía espongiforme) por ingerir carne de vacuno han tenido en principio un efecto contrario al deseado: el miedo ha aumentado. Como consecuencia, la venta de este tipo de carne en el país vecino se ha reducido a la mitad, mientras se registran efectos menores en todos los países de la UE, incluida España, donde se calcula que el descenso ha alcanzado el 15%.En los últimos días se ha producido una carrera por ver quién toma las medidas...

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Las medidas de choque adoptadas el martes por el Gobierno francés para acabar con el temor de la población al contagio del mal de las vacas locas (encefalopatía espongiforme) por ingerir carne de vacuno han tenido en principio un efecto contrario al deseado: el miedo ha aumentado. Como consecuencia, la venta de este tipo de carne en el país vecino se ha reducido a la mitad, mientras se registran efectos menores en todos los países de la UE, incluida España, donde se calcula que el descenso ha alcanzado el 15%.En los últimos días se ha producido una carrera por ver quién toma las medidas más contundentes. Los Gobiernos se acusan entre sí de haber sido tibios o critican a la Comisión Europea por su falta de reflejos, mientras que desde la Comisión se acusa a los Gobiernos de no haber sido rigurosos en la aplicación de las medidas preventivas. Las decisiones drásticas, con las que se pretende recuperar la confianza del consumidor, van en dos sentidos: destruir los piensos basados en harinas animales, para cortar cualquier posibilidad de nuevas infecciones de las vacas, y analizar todas las reses que se sacrifiquen, para evitar que los consumidores puedan contagiarse. Ambas medidas son caras, pero inevitables si se quiere evitar males mayores.

Si las autoridades británicas, en primer lugar, y las comunitarias, luego, hubieran tomado medidas efectivas en la segunda mitad de los años ochenta para acotar la epidemia en las islas, no se habría llegado a la situación actual. Durante años, las exportaciones de harinas animales desde Gran Bretaña a otros países europeos continuaron a pesar de que en las islas estaba prohibido alimentar a las reses con ellas. España, donde no se ha detectado ningún caso de enfermedad, ni en vacas ni en humanos, no debería quedar atrás en la aplicación de controles rigurosos. Procede plasmar en decisiones concretas la voluntad mostrada ayer por el ministro de Agricultura de aumentar los controles veterinarios y prohibir la comercialización de ese tipo de harinas, si se demuestra técnicamente que ello es necesario.

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