Tribuna:

Pozo Alfredo

Riotinto tiene un carácter mítico en la minería mundial. Comarca situada en la provincia de Huelva y bañada por su río Tinto, dio nombre a una de las explotaciones mineras que caracterizaron el desarrollo del capitalismo inglés. Propiedad desde 1873 hasta 1954 de una empresa británica, la Río Tinto Company Limited, pasó luego a pertenecer al mundo empresarial español. Leyendo el reciente libro del historiador Carlos Arenas sobre este universo minero hasta el comienzo de la guerra civil española, uno capta la densidad histórica de esta comarca y su protagonismo en la crónica de la riqueza de la...

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Riotinto tiene un carácter mítico en la minería mundial. Comarca situada en la provincia de Huelva y bañada por su río Tinto, dio nombre a una de las explotaciones mineras que caracterizaron el desarrollo del capitalismo inglés. Propiedad desde 1873 hasta 1954 de una empresa británica, la Río Tinto Company Limited, pasó luego a pertenecer al mundo empresarial español. Leyendo el reciente libro del historiador Carlos Arenas sobre este universo minero hasta el comienzo de la guerra civil española, uno capta la densidad histórica de esta comarca y su protagonismo en la crónica de la riqueza de las empresas y del sufrimiento de sus trabajadores.Visitar hoy la zona donde se asienta lo que queda de aquella explotación es asistir a una experiencia sorprendente y sugerente. Zonas desforestadas, colinas desmochadas, un paisaje trasformado brutalmente por la mano del hombre. Actualmente la explotación minera tiene un nuevo apellido: Sociedad Anónima Laboral. Los descendientes de aquellos mineros que sacaban el cobre con el sudor de su frente son los propietarios de la empresa. El capitalismo inglés y luego el español no vieron rentabilidad en seguir sacando el metal de las tierras rojas del Tinto y dedicaron sus plusvalías a la nueva economía. Los trabajadores y sus familias, que continúan viviendo en esa comarca, insisten en seguir explotando la industria minera. La Junta de Andalucía les ayudó hace meses con una subvención de 1.000 millones y el ICO, que depende del Gobierno de Aznar, tiene congelada una subvención de otros tantos millones para volver a poner en marcha la línea del cobre.

En protesta por esta injustificada tardanza seis mineros sindicalistas se han encerrado en el pozo Alfredo, simbólica explotación desde principios de siglo, con el propósito de no salir hasta que haya una garantía clara por parte del Gobierno del PP. Con su actitud defienden la economía y el futuro de cientos de familias y de una comarca andaluza siempre relacionada con la minería. Desde los 500 metros de profundidad nos gritan a todos para que, además de pensar en la economía virtual y en la telefonía de cuarta generación, comprendamos la importancia de mantener la relación del hombre con su historia y con la naturaleza, nuestros orígenes.

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