Clinton sólo dispone de 48 horas para estar en la reunión

"No debemos hacernos ilusiones", declaró el habitualmente optimista presidente de Estados Unidos

Con mucha voluntad y objetivos muy limitados, Bill Clinton viajó anoche a Egipto para participar en la cumbre de Oriente Próximo. "No debemos hacernos ilusiones", declaró el habitualmente optimista presidente de Estados Unidos. Antes de embarcar, Clinton se curó en salud situando muy bajo el listón. Consideraría un éxito la reunión si de ella nacen un alto el fuego, un acuerdo sobre una comisión para investigar las causas de la última explosión de violencia y una declaración sobre la necesidad de que israelíes y palestinos reanuden oficialmente las conversaciones de paz.Muy lejos quedan...

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Con mucha voluntad y objetivos muy limitados, Bill Clinton viajó anoche a Egipto para participar en la cumbre de Oriente Próximo. "No debemos hacernos ilusiones", declaró el habitualmente optimista presidente de Estados Unidos. Antes de embarcar, Clinton se curó en salud situando muy bajo el listón. Consideraría un éxito la reunión si de ella nacen un alto el fuego, un acuerdo sobre una comisión para investigar las causas de la última explosión de violencia y una declaración sobre la necesidad de que israelíes y palestinos reanuden oficialmente las conversaciones de paz.Muy lejos quedan las ambiciones de julio, cuando Clinton, impulsado por su compulsiva necesidad de expiar el pecado Lewinsky y su ambición de pasar a la historia, convocó en Camp David a Ehud Barak y Yasir Arafat para sellar el acuerdo definitivo de paz.

El fracaso reveló que las partes no estaban maduras para semejante farol diplomático, en particular en lo relativo a Jerusalén. No es ningún secreto que la Casa Blanca responsabiliza a Arafat del fiasco de julio por no aceptar las concesiones sobre Jerusalén.

Críticas al presidente

A través de Madeleine Albright, la jefa de su diplomacia, el Gobierno de Clinton también ha cargado más en el líder palestino las culpas de los últimos sucesos sangrientos. Pero Clinton también empieza a ser señalado en su propio país como responsable indirecto del desastre. En un análisis de primera página, The New York Times criticó ayer su operación de julio. "Expertos en la región, e incluso algunos miembros del Gobierno, se preguntan en voz alta si la cumbre de Camp David no fue convocada con demasiadas prisas", escribió Jane Perlez. Dos días antes, en un texto titulado Mala idea, mal resultado, Peter Rodman había calificado Camp David de "uno de los mayores errores de cálculo diplomáticos de la reciente historia" y lo había atribuido al "hambre de Clinton por dotarse de un legado".

Clinton aún sueña en voz alta con que su carisma les arranque a israelíes y palestinos una paz definitiva en los ya menos de 100 días que le quedan en la Casa Blanca. Está convencido de que lo que no consiga él no lo conseguirá ninguno de sus dos posibles sucesores: Al Gore y George Bush.

No obstante, el realismo se imponía ayer y los objetivos de su viaje se limitaban a apagar el incendio. El tiempo para conseguirlo es muy limitado, porque el presidente estadounidense debe estar de regreso en Washington el miércoles, para participar en los funerales de los marinos muertos en el atentado naval contra el Cole en Adén (Yemen).

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