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Servicios mínimos

El vacío agosteño de las tres capitales andaluzas de interior se percibe en el tráfico, las basuras y los delitos

Sólo gentes que han llegado para irse en breve y otras que llegan para quedarse se aventuran por las calles de Sevilla en horario de máximo sopor, que en verano arranca tras la sobremesa. Sólo turistas y buscadores de piso. Poco más. La capital andaluza, como tantas ciudades interiores, se vacía de tal forma que parece el esqueleto de sí misma. Un paisaje urbano que funciona con servicios mínimos. Una estampa comparable a una jornada de huelga general, sin antidisturbios ni piquetes. Más habitable que nunca gracias a lo deshabitada que está. Lo saben incluso los cacos.En verano se detectan dos...

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Sólo gentes que han llegado para irse en breve y otras que llegan para quedarse se aventuran por las calles de Sevilla en horario de máximo sopor, que en verano arranca tras la sobremesa. Sólo turistas y buscadores de piso. Poco más. La capital andaluza, como tantas ciudades interiores, se vacía de tal forma que parece el esqueleto de sí misma. Un paisaje urbano que funciona con servicios mínimos. Una estampa comparable a una jornada de huelga general, sin antidisturbios ni piquetes. Más habitable que nunca gracias a lo deshabitada que está. Lo saben incluso los cacos.En verano se detectan dos flujos. Un éxodo delictivo hacia la costa, donde la masificación permite disponer de un gran mercado para tirones y hurtos. Y otro, interior, de las bandas especializadas en robar en viviendas, que aprovechan la tranquilidad de saberlas vacías. Los delitos cometidos en Sevilla en julio, cuando comienza la huida veraniega, descendieron un 19%, según fuentes de la Jefatura Superior de Policía de Andalucía Occidental. Una tendencia que previsiblemente se mantendrá este mes -no ocurrió así en 1999 por la celebración de los Campeonatos Mundiales de Atletismo-, a pesar de que se incrementen los robos en casas deshabitadas.

Vivir en una ciudad semivacía tiene ventajas. Pocas colas, mucha accesibilidad. Casi, casi se podría estacionar al lado de la Giralda si estuviera permitido. Y, desde luego, raro es que la gente tenga que restregarse en los autobuses urbanos. Los viajeros que utilizaron los servicios de Tussam, la empresa municipal de Sevilla de transporte, no llegaron a 4,5 millones, la mitad que el pasado marzo (nueve millones), por elegir un mes de normalidad laboral. Ni julio ni septiembre, incorporado ya al calendario vacacional, transforman a las ciudades de tal manera. Se ralentizan, pero no se evaporan. Una jornada laborable de septiembre, por ejemplo, usan los autobuses sevillanos 280.252 viajeros, 60.000 menos que en octubre. Pero es que un martes de agosto viajan en las líneas urbanas la mitad de usuarios que uno de octubre. De esa mitad, la gran mayoría se ha desparramado por el litoral de Huelva, sobre todo Matalascañas, una prolongación de Sevilla en verano, y Chipiona (Cádiz).

En agosto, la clientela puede comer en su restaurante favorito casi sin reservar (si está abierto) y acudir al cine en hora punta sin sufrir un colapso auditivo por el runrún de las palomitas. Y todo ello sin los calores extremos de la calle, a veces incluso con frío polar. Algo que otorga a las estadísticas una frialdad engañosa. Se diría que, en vez de salidas en masa, hay entradas en tropel. Gracias al aire acondicionado, el consumo energético aumenta en agosto. El domingo 6 de agosto se consumieron en la provincia de Sevilla 5.254 megawatios/hora, más que el domingo 19 de marzo y sólo un pizca menos que el domingo 17 de octubre de 1999, por elegir tres fechas al azar. Otro tanto ocurrió en Córdoba, aunque un portavoz de Sevillana advierte de la singularidad del comportamiento energético en marzo: "Es el de menos consumo debido a que no se utiliza ni calefacción ni aire acondicionado y tampoco hay riegos".

Permanecer en ciudades adelgazadas como espectros ofrece también desventajas. Algunos establecimientos pequeños trastocan tanto sus horarios cada día que convierten la compra de un kilo de azúcar en una aventura de final incierto.

Esta información ha sido elaborada por Tereixa Constenla, Carmen del Arco y Jesús Cabrera.

Córdoba sanciona los ruidos durante la siesta en julio y agosto

Jaén en agosto es la calma. Las terrazas de verano tienen sitio libre, las calles mantienen huecos suficientes para aparcar hasta en pleno centro, ir de compras no sólo relaja por los precios de las rebajas sino por la falta de aglomeración en los probadores, en los mercados de abastos se adquieren alimentos a la velocidad del rayo y en las taquillas de los cines sobran entradas. Las mañanas son los únicos momentos del día en los que la ciudad tiene una aparente normalidad. Pero el panorama va cambiando hacia la imagen desértica conforme se acerca la noche.El desplazamiento de los vecinos hacia los alrededores de la capital provoca mayor gasto de agua. En marzo pasado, el consumo fue de 1,1 millones de metros cúbicos, mientras que en julio superó los 1,2 millones. El primer domingo de agosto de este año se consumieron 36.050 metros cúbicos, una cantidad similar a la que se gastó en la ciudad un domingo de marzo. Hay menos habitantes en la capital, pero los que se quedan aprovechan disfrutando de las piscinas particulares cargadas de agua fresca. Las piscinas acaparan el interés de los pocos que quedan huyendo del calor, gran parte de los bares cierra por la perspectivas de escaso negocio y el bullicio de las tiendas está ausente.

El parámetro que muestra el descenso de la población en Jaén es el de la recogida domiciliaria de basura. En marzo de este año se generaron 3,3 millones de kilos, mientras que en julio se recogió medio millón de kilos menos.

La noche es el momento que marca la frontera del mes de agosto. Los ruidosos cafés atestados de jóvenes en junio cuando finalizan los exámenes dejan paso a la calma tan sólo dos meses después. La plaza del Pósito, el parque Felipe Arche o las inmediaciones del Gran Eje, abarrotadas habitualmente cuando cae el sol, se convierten en remansos para una cerveza tranquila. Si agosto es sinónimo de actividad bajo mínimos, los fines de semana del mes son prácticamente desérticos. Los jiennenses que disfrutan de las vacaciones optan mayoritariamente por playas cercanas. Huyen hasta las granadinas de Motril, Salobreña, Almuñécar o la malagueña de Torre del Mar.

Córdoba, la tercera capital andaluza de interior, cambia su ritmo vital. La animación se advierte a primera hora de la mañana, cuando la temperatura invita a salir. Posteriormente no queda en la calle quien no tiene más remedio que hacerlo. La llegada de la siesta es el toque de queda, tan sagrado que hasta la ordenanza de protección del medio ambiente, aprobada en julio por el Ayuntamiento de Córdoba, contempla la siesta como horario nocturno a efectos de ruidos. Entre 15.00 y 17.00 ninguno podrá sobrepasar los 55 decibelios, el máximo permitido en zonas residenciales a partir de las 23.00.

En agosto se modifican horarios de recintos culturales, aunque los museos municipales mantienen los habituales para facilitar la visita de los turistas. Se cierran camas hospitalarias -el sindicato SATSE denuncia que se suprimen 230, mientras que Salud lo rebaja a un centenar- y desciende el trasiego en los autobuses urbanos, de 2,2 millones de viajeros (marzo 2000) a 1,4, que se registró el agosto anterior.

Las cifras de consumo de agua no experimentan una gran disminución por el traslado de cordobeses a sus segundas residencias en la zona de El Brillante. Los que no permanecen en la ciudad se desplazan mayoritariamente a la localidad malagueña de Fuengirola. Los vínculos entre ambas localidades son tan estrechos que durante la última sequía, el Ayuntamiento de Córdoba mandó varios cargamentos con bolsas de agua potable para mitigar la sed del municipio malagueño.

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