LAS VENTAS

El picador Francisco Antuñedo resulta herido

La corrida fue interesante, que se dice; resultó entretenida por el juego de los toros y las ilusiones que pusieron los toreros, en distintos grados y maneras, y porque hubo faenas con cierto rumbo, hasta trofeos, premios a la labor del matador que dio lo mejor de sí mismo, El Renco, que se llevó una oreja por su labor y entrega en el último de la tarde. Pero a esas luces le sucedieron sombras de mal agüero. Ocurrió precisamente en el sexto. En el primer encuentro con el caballo, el picador de turno, Tomatito, salió despedido del encontronazo por encima del cuello del caballo y cayó en el suel...

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La corrida fue interesante, que se dice; resultó entretenida por el juego de los toros y las ilusiones que pusieron los toreros, en distintos grados y maneras, y porque hubo faenas con cierto rumbo, hasta trofeos, premios a la labor del matador que dio lo mejor de sí mismo, El Renco, que se llevó una oreja por su labor y entrega en el último de la tarde. Pero a esas luces le sucedieron sombras de mal agüero. Ocurrió precisamente en el sexto. En el primer encuentro con el caballo, el picador de turno, Tomatito, salió despedido del encontronazo por encima del cuello del caballo y cayó en el suelo, junto al burladero del 8, de mala manera, a plomo, sobre los hombros.La impresión fue bastante fuerte entre el público. Se lo llevaron a la enfermería inerme, desmadejado. Ese mismo toro último, momentos antes había saltado la barrera y producido un pequeño sainete. Obligó a tirarse al ruedo, entre otros, a un alguacilillo que, al incorporarse y salir corriendo, perdió el pie y volvió a caerse, sin consecuencias. Alborozo del público, y luego ocurrió la mala caída del picador.

Carriquiri / Iniesta, Bejarano, Renco

Toros de Carriquiri, bien presentados en líneas generales, que dieron buen juego. José Antonio Iniesta: tres pinchazos -aviso-, pinchazo, metisaca muy bajo, pinchazo y estocada tendida (silencio); pinchazo y media tendida -primer aviso-, tres pinchazos -segundo aviso- y descabello (silencio). Manolo Bejarano, que confirmaba la alternativa: estocada atravesada y caída (palmas); pinchazo hondo, otro pinchazo y estocada caída (silencio). El Renco: estocada tendida y dos descabellos (vuelta); estocada tendida (oreja). El picador Francisco Antuñedo sufrió conmoción y contusión en el hombro. Pronóstico reservado. Plaza de Las Ventas, 23 de julio. Menos de media entrada.

Con ese toro sexto de la tarde, que fue manso, que se rajó y que fue el único que no sería manejable, El Renco estuvo entregado, valiente y con todas las ganas del mundo de salir triunfante. Recibió al toro en chiqueros, una larga cambiada, a porta gayola, lenta y angustiosa. En la faena de muletas llegó a conseguir alguna tanda muy trabajada de derechazos. Se paró el toro pronto y se metió entre los pitones, para acobardar y decirle al morlaco que quien mandaba era El Renco.

En su primero logró una faena templada y que llegó a los tendidos con fuerza. Empezó el trasteo de muletas en los medios, a base de un péndulo o pase cambiado por la espalda, y siguieron después dos pases de pecho bien dichos. Sobre el pitón derecho ligó dos tandas muy lentas, de mano baja, en la que llevó al toro muy toreado y sometido. Al natural no ligó tanda, ya el toro estaba apagado, aunque consiguió algún muletazo largo y bien rematado. Llegó a gustarse en muletazos de remate o cuando se ciñó el toro en la cadera.

Manolo Bejarano estuvo entonado en el toro de su confirmación de alternativa. Comenzó el trasteo de muleta con doblones poderosos, que fueron aplaudidos, y después, en el toreo fundamental, ligó alguna serie de redondos, la mano que manda muy baja, el remate en la pala del pitón, que conectó con los tendidos. Hubo color y transmisión. Sin embargo, en su segundo, Bejarano, que empezó de rodillas muleta en mano y se echó la pañosa a la izquierda sin pensárselo dos veces, no terminó de acoplarse. Le faltó temple y rodaje para sacar al toro todo lo bueno que tenía.

José Antonio Iniesta se fue de vacío ayer en Las Ventas, después de manejar muy mal la espada, y sobre todo, de naufragar en el cuarto toro de la corrida, que tomó un primer puyazo por debajo del estribo y llegó a la muleta embistiendo franca y noblemente. El comienzo, esperanzador, se diluyó muy poco a poco. Doblones templados hacia adelante, en donde hubo gusto y hondura, y un cambio de mano ligado al pase de pecho, que tuvieron arte y marchosería. Luego fue la nada. En su primero, Iniesta, que sufrió hasta cuatro desarmes, dibujó algún muletazo de clase que llegó a arrebatar. Todo muy aislado. Lástima por partida doble.

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