Crítica:VERANOS DE LA VILLA

Lusofonía

Sorprendió Madredeus. Se suponía que los portugueses iban a dar un repaso a su obra con el pretexto de Antología, el disco recién publicado, y se trajeron muchas canciones inéditas. Y un milagro: habían pasado bastantes minutos de las doce y a los responsables municipales se les olvidó por una vez encender las luces y cortar el sonido -igual que en el cuento de Cenicienta, y por orden del municipio, a medianoche el Conde Duque se transforma en calabaza-.Debieron de quedarse prendados de la magia de Madredeus que, con su música y una amplificación discreta, creó un ambiente de recogimien...

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Sabor agridulce

Madredeus, Daniela Mercury y Lenine

Jazztel Music. Patio del Conde Duque. Madrid, 18 y 19 de julio.

Sorprendió Madredeus. Se suponía que los portugueses iban a dar un repaso a su obra con el pretexto de Antología, el disco recién publicado, y se trajeron muchas canciones inéditas. Y un milagro: habían pasado bastantes minutos de las doce y a los responsables municipales se les olvidó por una vez encender las luces y cortar el sonido -igual que en el cuento de Cenicienta, y por orden del municipio, a medianoche el Conde Duque se transforma en calabaza-.Debieron de quedarse prendados de la magia de Madredeus que, con su música y una amplificación discreta, creó un ambiente de recogimiento, un silencio casi palpable y desconocido en el patio. Puesta en escena sobria y elegante, como de costumbre, para un concepto musical que sigue siendo brillante tras más de una década de viajes por medio mundo, desde que ensayaban de madrugada en la iglesia del antiguo convento lisboeta de Xabregas.

Un gusto exquisito para una de las propuestas más originales de la música popular europea. Centrándose en tres guitarras, cada vez son más minimalistas e introspectivos.

Para muestra, una de las nuevas canciones, hermosísima, a partir de una misma célula que se repite durante minutos con mínimas variaciones. No acaba de quedar claro que los teclados mejoren al acordeón y al chelo de los primeros años, pero Teresa Salgueiro canta mejor que nunca. Y eso es mucho decir.

La noche anterior, Daniela Mercury hizo que se moviera parte del graderío metálico. En realidad, el peligroso logro habría que atribuírselo a los cientos de espectadores que bailaban y saltaban unos cuantos metros sobre el vacío.

Fue tal el tembleque de la estructura tubular, que la megafonía interrumpió el fogoso concierto de la brasileña para pedir calma al público. La cantante reina en el enloquecido carnaval de Salvador y dulcifica el poderoso samba-reggae, original aportación de los bahianos a la música.

Una propuesta de fácil consumo, con más valor del que pudiera parecer a primera vista, que nunca ha calado por aquí, pese a los esfuerzos de su discográfica. Daniela Mercury, que presentaba su último compacto, Sol da liberdade, sabe cantar -lo demostró sin ir más lejos en Sou você', que Caetano Veloso compuso para la banda sonora de Orfeu-, baila muy bien y enciende la mecha en canciones como Rapunzel, de Carlinhos Brown.

Las sesiones dobles en el Conde Duque dejan un sabor agridulce. Y ésta no iba a ser la excepción. Mucha gente estaba entrando todavía en el recinto cuando empezó su actuación Lenine. "Bienvenidos Na pressão", dijo el artista pernambucano. Y arrancó como quien sale de una olla a presión. Con un trío contundente (guitarra, bajo y batería) y los vinilos que frota sobre los platos el DJ Neck, un chico de los suburbios de São Paulo.Para Jacksoul brasileiro cogió una guitarra eléctrica consistente en un mástil rodeado por un tubo negro que dibuja la silueta del instrumento. Este depredador musical capta toda la información del mundo moderno y atesora el conocimiento de unas raíces ubérrimas. Lenine, antiguo estudiante de química que mezcla rock y maracatú, se mueve con libertad por los diferentes códigos musicales para colocarse en la vanguardia.

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