Kanjar'oc y Rachid Taha tocan rock bajo las nubes del Pirineo

Desigual concierto del grupo marsellés y el músico argelino

Fue un concierto desigual, marcado por la amenazante presencia de las nubes. Coincidían una banda marsellesa espcializada en fusión, Kanjar'oc, y el guitarrista argelino criado en Francia Rachid Taha. Los primeros enseñaron oficio y una sección de metales estupenda. En cuanto a Taha, que vio cómo el año pasado la lluvia canceló su actuación, estuvo por debajo de las expectativas. Se volcó hacia el lado más fácil y comercial, abusó de los sintetizadores y dejó entrever que todavía no ha encontrado su propia voz.

Entrar en el valle de Tena y ser recibido por lluvia, viento y nubes fue tod...

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Fue un concierto desigual, marcado por la amenazante presencia de las nubes. Coincidían una banda marsellesa espcializada en fusión, Kanjar'oc, y el guitarrista argelino criado en Francia Rachid Taha. Los primeros enseñaron oficio y una sección de metales estupenda. En cuanto a Taha, que vio cómo el año pasado la lluvia canceló su actuación, estuvo por debajo de las expectativas. Se volcó hacia el lado más fácil y comercial, abusó de los sintetizadores y dejó entrever que todavía no ha encontrado su propia voz.

Heterodoxo del 'raï'

Entrar en el valle de Tena y ser recibido por lluvia, viento y nubes fue todo uno. Ya a partir de Huesca el cielo viró a desapacible, mostrándose directamente hostil llegando a Lanuza, donde llovía racheado a última hora de la tarde. Una manada de nubes gris marengo pugnaba por hacerse un lugar sobre el escenario central de Pirineos Sur, justo el lugar en el que el festival tenía previstas dos actuaciones pocas horas más tarde. De manera inexplicable, las nubes gordas y marengo sólo vaciaron llovizna cuando Kanjar'oc hicieron el mestizo, para luego reprimir cualquier atisbo de precipitación a partir de medianoche, momento en el que Rachid Taha inició su concierto.

Las nubes ya se lo frustraron el año pasado con un tremendo aguacero, y no debía ser cuestión de repetir tan aciago protagonismo.

La primera propuesta corrió a cargo de Kanjar'oc, unos marselleses solidarios, mestizos y reivindicativos, jornaleros de la fusión. Como es habitual en muchas de estas bandas, el octeto hizo un poco de todo y un nada de mucho, mostrando, eso sí, solvencia y empaque en su directo, en buena medida salvado gracias a los metales. El público, envalentonado por viento, lluvia y mestizaje colorista, apoyó al grupo francés con ese tesón propio de los festivales y esperó cruzando los dedos a que Taha pudiese salir a escena.

Nacido en Orán pero crecido en Francia, Rachid Taha es un heterodoxo del raï, estilo del que parece querer convertirse en su Keith Richards particular. Guiado por este espíritu, Taha, no se sabe si taja o simulando estarlo porque queda muy punki, se marcó un concierto que sólo sirvió para sembrar dudas sobre su propuesta. De entrada formó con una banda de corte rockero que fió su raíz árabe sólo a darbouka y mandolina. Todo el viento y la cuerda salieron de las tripas de una programación sampleada, de forma que en Lanuza no se pudo disfrutar con la banda que solía llevar antaño, un grupo en el que la programación sólo servía las bases más techno.

Tirando, pues, por el lado más fácil y resultón, Taha olvidó por el camino la urdimbre estilística que sí es perceptible en los discos, y en sus canciones sólo logró superponer, que no tramar, raíz árabe, rock y techno. Es más, cuando se ponía electrónico se dejaba llevar por patrones rítmicos de lo más sobado, hasta el extremo de que cuando hizo Voilá voilá pareció que en cualquier momento iba a cantar el Relax de Frankie goes to Hollywood.

A pesar de todo, Rachid tiene una espléndida voz quebrada y áspera que, puesta al servicio de temas estupendos como Ya rayah, tema que inexplicablemente interpretó dos veces, Ida, Habina, Bent Sahra o Ach adani, salvó los muebles del concierto. Aun con todo, quedó en el aire un sabor marcadamente agridulce porque Taha, que podría arabizar el rock, sólo consiguió en Lanuza rockear el raï, cayendo de paso en todas las truculencias propias de una banda de estadio. El Carrefour le pudo al zoco y lejos de plantear un sonido árabe contemporáneo, el propio de un argelino crecido en la metrópoli, Taha pasó por Pirineos como un artista que no acaba de encontrar un discurso personal. Y es una lástima porque se barrunta que podría hacerlo.

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