Crítica:ESTÍO MUSICAL BURGALÉS

Cinco estrenos españoles de gran vuelo

En su segunda actuación, la Orquesta Clásica de Madrid y el maestro Frühbeck de Burgos han rendido homenaje a Joaquín Rodrigo a través de su partitura más emblemática: el Concierto de Aranjuez. Fue solista el sevillano José María Gallardo, que añadió a su excelente técnica y su redonda belleza de sonido un garbo y unos acentos especiales. La orquesta sonó con transparencia de cristal y el público rubricó la versión con muy largas ovaciones.Alcanzó también extraordinaria acogida la nueva obra de Alejandro Yagüe (Palacios de la Sierra, Burgos, 1947), escrita expresamente para el primer Es...

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En su segunda actuación, la Orquesta Clásica de Madrid y el maestro Frühbeck de Burgos han rendido homenaje a Joaquín Rodrigo a través de su partitura más emblemática: el Concierto de Aranjuez. Fue solista el sevillano José María Gallardo, que añadió a su excelente técnica y su redonda belleza de sonido un garbo y unos acentos especiales. La orquesta sonó con transparencia de cristal y el público rubricó la versión con muy largas ovaciones.Alcanzó también extraordinaria acogida la nueva obra de Alejandro Yagüe (Palacios de la Sierra, Burgos, 1947), escrita expresamente para el primer Estío Burgalés. Tempus fugit es una partitura sinfónica de extraordinaria calidad, intensa sustancia y tan exacta en su realización como en su ideación. Representa muy bien la personalidad creadora de Yagüe esta música en su fugitivo suceder, como el del tiempo en que habita, que se apoya en ocultos símbolos y referencias bíblicas expresadas en diversas alusiones de canto gregoriano. Todo ello adquiere perfiles culturales y jubilares de gran fuerza gracias a un cierto sentimiento jacobeo. Todos los oyentes sentíamos deseos de animar al músico andariego con nuestro más entrañable "¡feliz camino, peregrino!". Frühbeck de Burgos y los Clásicos en Madrid han montado la obra con primor y el maestro burgalés la llevará pronto por el mundo, con lo que el Estío Musical adquirirá pronto una proyección internacional. Como en el caso de la Novena Sinfonía, la Quinta de Beethoven encontró en director y orquesta nuevos matices y un aire característico de su intrínseco clasicismo vienés.

"Una voce poco fa", canta Rossini en El barbero de Sevilla; pero si la voz es la de María Orán y se apoya en el piano de Chiky Martín, esa voz hace muchísimo. Por ejemplo, dar exacta dimensión artística al veneciano Benedetto Marcello, al lirismo expansivo de Dvorak en sus Melodías zíngaras, a la vena popularista de Castilla que recogiera Olmeda, a la visión musical del gaditano marinero en tierra, Rafael Alberti, trazada por Rodolfo Halffter, o a las nuevas creaciones alentadas por el Estío Musical y originales de Yagüe, Prieto, Bernaola y García Abril sobre versos de Carlos Frühbeck, Antonio Llanillo y José Luis Camarero, todos ellos burgaleses y pertenecientes a la generación del grupo Audax y su revista Arista Literaria. Resultó interesante seguir las diversas concepciones y fusiones entre poesía y música a lo largo de un ciclo tan contrastado como ceñido a cada mensaje poético. María Orán y Chiky Martín hicieron maravillas en todas y cada una de las obras cuyos autores recogieron con sus intérpretes interminables ovaciones.

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