BIOLOGÍA MOLECULAR Medicina

Científicos españoles describen una nueva técnica para localizar células madre

"Ha sido como ponerle gafas". Así resumen los científicos españoles Jordi Pétriz y Óscar Fornas el desarrollo de una nueva técnica que permite determinar con precisión la presencia de células madre en el torrente sanguíneo, en médula ósea y en sangre obtenida de cordón umbilical. El trabajo, desarrollado en el Instituto de Investigaciones Oncológicas (IRO) de Barcelona, supone un salto cualitativo en relación a las tecnologías empleadas de forma habitual. Además de células madre, la técnica permite detectar y cuantificar con precisión otros tipos de células sanguíneas.

El trabajo llevad...

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"Ha sido como ponerle gafas". Así resumen los científicos españoles Jordi Pétriz y Óscar Fornas el desarrollo de una nueva técnica que permite determinar con precisión la presencia de células madre en el torrente sanguíneo, en médula ósea y en sangre obtenida de cordón umbilical. El trabajo, desarrollado en el Instituto de Investigaciones Oncológicas (IRO) de Barcelona, supone un salto cualitativo en relación a las tecnologías empleadas de forma habitual. Además de células madre, la técnica permite detectar y cuantificar con precisión otros tipos de células sanguíneas.

Trasplante

El trabajo llevado a cabo por Pétriz y Fornas parte de un viejo problema cuya solución se había resistido hasta ahora. Las técnicas empleadas habitualmente para la determinación y cuantificación de los llamados progenitores hematopoyéticos, células de las que derivan los diferentes tipos de células que forman la sangre, no lograban ofrecer resultados totalmente satisfactorios. Este tipo de técnicas, basadas en la denominada genéricamente citometría de flujo, emplea un conjunto de reactivos que pueden alterar las muestras sanguíneas y, por tanto, los resultados de los análisis."La citometría de flujo", explica Pétriz, "se basa en la capacidad de las células de emitir fluorescencia tras ser excitadas con un haz de láser". Este tipo de emisiones se consiguen tras tomar las células, someterlas a diversas reacciones químicas e inmunoquímicas y pasar el producto resultante por una cámara asociada con un láser. Tras su paso por la cámara, lugar donde las células quedan alineadas, se obtienen resultados que informan acerca del tamaño, el contenido y la fluorescencia de cada una de ellas.

Anticuerpos

La información es especialmente valiosa para determinar cómo y cuándo debe procederse a un trasplante de progenitores hematopoyéticos o para el seguimiento de enfermos ya trasplantados.Este procedimiento es uno de los que se siguen para el tratamiento de algunas formas de leucemia y ciertos tipos de cáncer, o para seguir el restablecimiento a la normalidad de algunos parámetros sanguíneos tras la administración de quimioterapia. La citometría de flujo también se emplea para determinar el grado de malignidad de algunos tumores o, incluso, para identificar la presencia de células malignas circulantes en sangre.

El principal problema de la técnica, aclara Fornas, es que los reactivos necesarios para lograr la visualización de las células destruyen los glóbulos rojos. Por un lado, éstos "molestan", dice Pétriz. Tanto que su no eliminación impediría observar el resto de células sanguíneas. Pero el problema es que los reactivos no sólo destruyen a los glóbulos rojos. A menudo los reactivos empleados también provocan la destrucción de glóbulos blancos o incluso de sus progenitores. Eso implica que los resultados nunca sean fiables al cien por cien.

Pétriz y Fornas han simplificado la técnica. Lo suficiente como para que no sea necesario destruir los glóbulos rojos ni otros componentes de la sangre. Lo han logrado, según describen en la revista Nature Medicine, gracias a la combinación de anticuerpos monoclonales y reactivos que potencian la emisión de fluorescencia sólo en las células que contienen núcleo. Esto es, todas, a excepción de los glóbulos rojos, que carecen del mismo.El potencial de la nueva técnica, admiten los dos investigadores, es enorme, "pero debe ser probado clínicamente", matizan. Entre sus aplicaciones potenciales destacan el seguimiento de pacientes a los que se han trasplantado progenitores hematopoyéticos, la identificación de la llamada enfermedad mínima residual en el caso de leucemias y diversas formas de cáncer o el seguimiento de la evolución de linfocitos CD4 y CD8 en enfermos de sida.

Para todos estos casos, resumen los dos investigadores, la nueva técnica permite indicar con "mucha mayor precisión" cómo y cuáles son las células sanguíneas. O, dicho de otro modo, "resolver el grave problema de visión" que aqueja a las técnicas actuales.

Los investigadores están en la calle

La investigación de Jordi Pétriz, de 35 años, y Oscar Fornas, de 32, ha estado marcada prácticamente desde sus inicios por la precariedad con la que trabaja una alta proporción de los jóvenes científicos españoles.

Una precariedad que les llevó al paro antes de finalizar sus investigaciones y con su trabajo pendiente de ser aceptado definitivamente en la prestigiosa revista Nature Medicine.

Los dos científicos accedieron al Instituto de Investigaciones Oncológicas (IRO) como becarios y han estado vinculados al centro barcelonés durante nueve años en el caso de Pétriz y cinco en el de Fornas. Durante todo este tiempo, explican, alternaron diversas fórmulas laborales, todas ellas en precario, que permitieron culminar su formación científica y, a la par, iniciar un proyecto de investigación que al final ha demostrado merecer reconocimiento internacional.

Pero esas mismas fórmulas contractuales les limitaron el acceso a los beneficios propios de todo investigador. Por ejemplo, relatan, acceder a fondos estatales de investigación a través del Fondo de Investigaciones Sanitarias (FIS), percibir un sueldo acorde con su responsabilidad (el último contrato de Pétriz era en calidad de sustitución y el de Fornas por obra y servicio con categoría de técnico, el equivalente a formación profesional de tercer grado) y, lo más importante, culminar sus investigaciones.

Su trabajo no fue incluido en la auditoría científica a la que fue sometido el IRO recientemente a pesar de que se encontraba en fase de revisión en aquel momento. Su relación laboral finalizó en plena corrección del manuscrito.

Ya en el paro, según su relato, los dos investigadores tuvieron que pagarse de su propio bolsillo las revisiones exigidas por la revista científica. La continuidad de la investigación queda ahora en el aire. Mientras, Pétriz se plantea marchar al extranjero.

El director científico del IRO, Josep Maria Borrás, valora positivamente la investigación de los dos científicos pero señala que los investigadores mantenían una relación laboral que estaba próxima a su fin. "El contrato se acabó", dice Borrás.

Una vez terminada la relación, y a pesar de la "relevancia" de los resultados obtenidos, el centro no disponía de recursos para generar dos plazas de investigador. En un futuro, señala Borrás, y "en función de los recursos disponibles, se reevaluará su situación".

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