Crítica:ROCK - KING CRIMSON

Música para lipotimias

Merced al intenso calor reinante y al público que abarrotó la sala pese al oneroso precio de la entrada, la siempre complicada música de Robert Fripp y compañía constituyó una perfecta banda sonora para acompañar la caída de los cuerpos en dirección al suelo en mareos diversos. Y eso que, con respecto a visitas anteriores, la actuación de la legendaria banda, pionera en su tiempo del rock sinfónico y ahora abanderada de un rock marciano, virtuoso en su ejecución y a contrapelo de cualquier tendencia estética pareja a la ortodoxia del pop o el rock convencionales, dio más facilidades al oyente,...

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Merced al intenso calor reinante y al público que abarrotó la sala pese al oneroso precio de la entrada, la siempre complicada música de Robert Fripp y compañía constituyó una perfecta banda sonora para acompañar la caída de los cuerpos en dirección al suelo en mareos diversos. Y eso que, con respecto a visitas anteriores, la actuación de la legendaria banda, pionera en su tiempo del rock sinfónico y ahora abanderada de un rock marciano, virtuoso en su ejecución y a contrapelo de cualquier tendencia estética pareja a la ortodoxia del pop o el rock convencionales, dio más facilidades al oyente, concretando bastante su propuesta.El pretexto para la actuación, parte de una gira europea en la que el Rey Carmesí se encuentra inmerso, era la edición del último disco del grupo: el tenso y psicótico The construKtion of light. Este álbum continúa la tendencia experimental de un creador, Fripp, que siempre ha huido de carreteras asfaltadas y/o convencionales, trazando sus propios caminos en dirección a ningún destino prefijado o previsible.

King Crimson

Robert Fripp (guitarra), Andrew Belew (guitarra y voz), Trey Gunn (bajo y guitarra barítono) y Pat Mastelotto (batería). Sala La Riviera. 4.000 pesetas. Madrid, jueves 29 de junio.

Así, las mordientes guitarras de laberínticos dibujos, los ritmos de pauta irregular e inesperada y unas melodías que no hay divinidad que se las aprenda a la primera -ni a la segunda- construyeron un paisaje sonoro que se parece más a un cuadro de Paul Klee o al diseño de un circuito impreso que a cualquier página de la iconografía rockera.

Fueron dos horas de descarga al borde de un abismo racional, en la que, como de costumbre, el genio Fripp no ofreció concesiones a la nostalgia -ningún tema de In the court of Crimson King o Island- e, incluso, para hacer más la puñeta, quiso prohibir al respetable que fumara en la sala. Eso sí, algunas piezas más conocidas despuntaron -Elephant Talk o Sex-, terminando la actuación nada menos que con Heroes de David Bowie, de cuya magia extraña la singular y neurótica guitarra de Fripp fue responsable en la grabación original.

Mejor para todos, ya que al menos salieron de un concierto de King Crimson pudiendo tararear algo.

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