CLAUSURA DEL CURSO DE LA ESCUELA REINA SOFÍA

Una auténtica fiesta musical

En el patio de los Borbones del palacio de El Pardo se celebraron ayer los actos de clausura del curso de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Tras las palabras de la directora, Paloma O'Shea, en las que resumió la labor y las actividades complementarias del centro -entre las que destacan más de 200 conciertos dados fuera de su sede-, doña Sofía entregó al maestro Piero Farulli el Premio Yehudi Menuhin a la Integración de las Artes, y la placa de la escuela a Teresa Berganza, titular de la Cátedra Alfredo Kraus, y a Pilar Rubio, secretaria general, larga historia en la Fundación Albéniz....

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En el patio de los Borbones del palacio de El Pardo se celebraron ayer los actos de clausura del curso de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Tras las palabras de la directora, Paloma O'Shea, en las que resumió la labor y las actividades complementarias del centro -entre las que destacan más de 200 conciertos dados fuera de su sede-, doña Sofía entregó al maestro Piero Farulli el Premio Yehudi Menuhin a la Integración de las Artes, y la placa de la escuela a Teresa Berganza, titular de la Cátedra Alfredo Kraus, y a Pilar Rubio, secretaria general, larga historia en la Fundación Albéniz. Intervinieron la profesora Berganza y el patrono de la escuela Domingo Jamandreu.Con la preciosa colaboración de la Orquesta de Cámara Reina Sofía, dirigida por el titular de la Sinfónica de Budapest, Tamas Vásáry, cuatro discípulos de la Cátedra de Canto interpretaron arias de la ópera Così fan tutte, de Mozart. La argentina Soledad Cardoso (Santa Fe, 1975) lució pureza de voz y estilo, en el que se acusa la doble influencia de Kraus y Berganza. Otra soprano, la venezolana Ana Lucrecia García (nacida en 1971), cantó y dijo con singular acento una de las arias más bellas de Mozart, Temerari. Come scoglio. Ana María Häler, mezzo cubana, demostró sus posibilidades en el recitativo y aria Ah scostati, antes de que el tenor jerezano Isamel Jordi (1973) convenciera a todos con su Cavatina, de Ferrando, siempre de la ópera Così fan tutte.

La joven agrupación de cámara pasó luego al plano protagonista con una efusiva interpretación de la Serenata para arcos, de Chaikovski, a la que Vásáry extrajo sus mejores acentos y su cálida expresión. El tono de la clausura, auténtica fiesta musical de elevado atractivo, y la misma labor de la escuela convocaron a muchas personalidades de la política, la empresa, la cultura, los medios de comunicación y la pedagogía, que se sumaron al entusiasmo del joven público musical.

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