MÉXICO

Un desastre

El desastroso y aburrido espectáculo del domingo nos pone a reflexionar que si la empresa sigue promoviendo a matadores irresponsables y con una disposición como la de Alejandro del Olivar, con 31 años y 13 de alternativa, y la del mexicano Manolo Sánchez, con 35 años y 10 de alternativa, no logrará el objetivo de la temporada de primavera en la que se propone sacar nuevos valores de la torería mexicana.La corrida no fracasó del todo por el valor y la entrega con que El Niño de Biafra trató de borrar lo verde que está. Como no supo embarcar en su muleta al bravo tercero, no consiguió el triunf...

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El desastroso y aburrido espectáculo del domingo nos pone a reflexionar que si la empresa sigue promoviendo a matadores irresponsables y con una disposición como la de Alejandro del Olivar, con 31 años y 13 de alternativa, y la del mexicano Manolo Sánchez, con 35 años y 10 de alternativa, no logrará el objetivo de la temporada de primavera en la que se propone sacar nuevos valores de la torería mexicana.La corrida no fracasó del todo por el valor y la entrega con que El Niño de Biafra trató de borrar lo verde que está. Como no supo embarcar en su muleta al bravo tercero, no consiguió el triunfo. Aunque en su emocionante trasteo clavó los pies en la arena, su problema es que no sabe correr con soltura la mano derecha y no logra despedir desahogadamente al burel para enlazar sus pases. Por el izquierdo salió mejor librado pues con sentimiento engarzó limpios naturales en dos tandas. Al iniciar la tercera fue zarandeado y recibió un puntazo en el muslo izquierdo.

Asís / Olivar, Sánchez, Niño de Biafra Toros de San Francisco de Asís, chicos, flojos, descastados excepto 3º y 5º

Alejandro del Olivar: palmas; aviso y pitos. Manolo Sánchez: silencio y abucheos. Niño de Biafra: aviso y ovación; aviso y palmas. Monumental Plaza México, 26 de marzo.

Con el sexto, que embestía con fijeza por el derecho, se notaron más sus defectos, pues se lo echaba encima y era desarmado.

Del Olivar se vio en apuros con el primero, por el viento, y después se embarullaba con el revoltoso oponente. En una suerte, el bicho lo derribó. Su muleteo al reservón y áspero cuarto careció de estructura y sentido. Y si el astado no le repetía era que por el miedo que tenía el espada.

Manolo Sánchez no pudo disimular su pánico ante los dos toros de su lote. Al terminar el festejo, su apoderado le dijo que lo mejor sería dejar los ruedos.

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