Un cultivo en vías de extinción

Antonio Márquez tiene 63 años. Es cañero, como lo fueron su padre y su abuelo. Cuando era un niño los campos de caña de azúcar se extendían de Málaga a Marbella; ahora la presión urbanística los ha arrinconado en unas cuantas hectáreas de la desembocadura del Guadalhorce.Aunque ya hay cosechadoras, la mayoría son explotaciones familiares que no pueden afrontar una inversión millonaria. Así que la caña se corta a machete, como hace cientos de años. Ahora, por lo menos la mecanización evita que los braceros tengan que cargar los manojos a hombros en el remolque que los llevará hasta la molturado...

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Antonio Márquez tiene 63 años. Es cañero, como lo fueron su padre y su abuelo. Cuando era un niño los campos de caña de azúcar se extendían de Málaga a Marbella; ahora la presión urbanística los ha arrinconado en unas cuantas hectáreas de la desembocadura del Guadalhorce.Aunque ya hay cosechadoras, la mayoría son explotaciones familiares que no pueden afrontar una inversión millonaria. Así que la caña se corta a machete, como hace cientos de años. Ahora, por lo menos la mecanización evita que los braceros tengan que cargar los manojos a hombros en el remolque que los llevará hasta la molturadora. Aún así, es una labor muy pesada. Antonio Barranquero que tan pronto labra la viña, como recolecta sandías o coge aceitunas, compara y reconoce que es un trabajo "durillo". La cuadrilla acaba de quemar las brozas (el primer paso de la zafra) y todos están tiznados de pies a cabeza.

La caña de azúcar es un cultivo subtropical. Los campos de Málaga y Granada son los únicos de toda la Unión Europea. Suman mil hectáreas que producen 103.000 toneladas y de las que viven 970 agricultores. Es una explotación en retroceso. Hace unos años, sólo la ciudad de Málaga producía 120.000 toneladas. Ahora la cosecha es una tercera parte.

Tanto en Granada como en Málaga, el avance de los conglomerados urbanos es la principal amenaza de las producciones. Por si fuera poco, por las fincas malagueñas pasa el encauzamiento del Guadalhorce y se proyecta la segunda pista del aeropuerto. "Este año no hemos sembrado esas parcelas, pero nosotros todavía no hemos visto un duro de las expropiaciones", se queja Márquez.

Las hectáreas que se ha comido el encauzamiento se notan en los rendimientos. El año pasado sólo en esta zona se recolectaron 52.000 toneladas. Este año, las estimaciones sitúan la cosecha en 35.000.

Málaga tiene además otro frente. Cuando en 1994 se cerró la molturadora que había en esta ciudad, los productores alcanzaron un acuerdo por el que la fábrica de Guadalfeo (Granada) se comprometía a recoger la caña y a asumir los costes del traslado desde Málaga. Este año, la empresa ha cambiado de criterio y ofrece 850 pesetas por tonelada en concepto de ayuda de transporte. La fábrica granadina, la única que muele caña en toda Europa, pretende que los agricultores asuman las 350 pesetas que restan hasta completar las 1.200 por tonelada que cuesta el transporte hasta la molturadora.

Los cañeros han advertido que no están dispuestos a "seguir perdiendo". La zafra comenzó el lunes y varias toneladas de caña malagueña se acumulan en un depósito del bajo Guadalhorce. Ni sus productores las llevan a Granada ni la azucarera las recoge. La Unión de Pequeños Agricultores (UPA) ha advertido que habrá movilizaciones porque la caña no puede permanecer muchos días almacenada. "El tiempo del diálogo se ha terminado", avisó ayer Juan Trujillo, portavoz de la UPA.

Con tantas adversidades, las expectativas de que el cultivo ganara terreno después de que la Unión Europea aprobara ayudas agroambientales de 100.000 pesetas por hectárea al año han empezado a desvanecerse. Márquez es sólo un ejemplo. "¿Que si vivo bien? Bien vive mi hermano que es militar, o mi cuñado, en la Coca Cola. Yo no". Masculla con escepticismo. Mientras él relata las penurias del sector, Barranquero y los otros dos hombres de la cuadrilla ponen manojos de cañas en el brazo mecánico que las sube al remolque. Son casi las seis de la tarde y los tres jornaleros no ven la hora de que se ponga el sol para entregarse al descanso.

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