Las tasas del 95% de los municipios españoles no dan para pagar ni la mitad de la gestión de basuras

La mayoría de los 8.000 municipios españoles aplican tasas de basura que no alcanzan para gestionar con eficacia los residuos urbanos, como exigen todas las novedades legislativas aprobadas en los últimos años. Deberían duplicarse, según se ha demostrado en el Forum sobre Gestión de Residuos celebrado la pasada semana en Palma de Mallorca. El temor de los alcaldes a trasladar el coste real hace de este servicio uno de los más desiguales de la geografía municipal. El mayor obstáculo para aplicar las tasas es la dificultad a la hora de valorar el volumen de basura que genera cada usuario, según ...

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La mayoría de los 8.000 municipios españoles aplican tasas de basura que no alcanzan para gestionar con eficacia los residuos urbanos, como exigen todas las novedades legislativas aprobadas en los últimos años. Deberían duplicarse, según se ha demostrado en el Forum sobre Gestión de Residuos celebrado la pasada semana en Palma de Mallorca. El temor de los alcaldes a trasladar el coste real hace de este servicio uno de los más desiguales de la geografía municipal. El mayor obstáculo para aplicar las tasas es la dificultad a la hora de valorar el volumen de basura que genera cada usuario, según un estudio de la Universidad de Córdoba dirigido por Julio Berbel, ex concejal de la ciudad. Según el estudio de Berbel, el 95% de los municipios aplican tasas con las no se paga ni la mitad de lo que cuesta recoger las basuras domiciliarias.Algunas empresas disponen de contenedores que pesan las bolsas y cargan el coste en una tarjeta de crédito que introduce el usuario para poder arrojar su basura. Como ese mecanismo tardará en introducirse, los ayuntamientos se las ingenian para cobrar las tasas con procedimientos dispares. Unas ciudades las calculan según la renta de los vecinos, como Córdoba, Pamplona o Loja. En otras -Sevilla, Jerez, Barcelona- se vincula a la factura del agua porque ofrece una garantía de cobro. Otras las enmascaran con el Impuesto de Bienes Inmuebles, como Madrid, donde los vecinos no saben lo que pagan.

Para ser eficaces habría que duplicar las tasas y empezar por los comercios, la hostelería y los servicios, dice Berbel. Ciudades como Bruselas, Berlín o Viena apuntan las tendencias más innovadoras. En Bruselas se paga al comprar las bolsas. En Viena los vecinos pagan según el volumen del contenedor que se retira una vez a la semana. Si es de 120 litros, paga al año 20.000 pesetas. En Berlín la tasa se eleva a 40.000 pesetas anuales.

Christopher Allen, secretario de la Asociación Europea de Ciudades para el Reciclaje, asegura que las ciudades cuyas tasas reflejan una parte fija que cubre los costes y otra variable en función de la producción de residuos, han logrado incentivar su disminución que es el objetivo final. Este sistema, aplicado en Valonia (Bélgica), los ha reducido en un 33%; en las ciudades luxemburguesas de Koerich y Kopstal, un 47% y un 52%, respectivamente; y en Holanda, hasta un 30%. El debate sobre la fórmula idónea está en ebullición. Las autonomías y los ayuntamientos disponen de un abanico de modelos para elegir el que más se ajuste a la cultura local y pueda cumplir los objetivos del Plan Nacional de Residuos; producir menos, disminuir la basura que se arroja a los vertederos, hacer compost con la orgánica y reciclar. En esta línea se mueve el Gobierno balear con su propuesta de aplicar una ecotasa a los visitantes (10 millones al año) para que se hagan cargo de sus residuos y no caiga todo el peso en los residentes.

El área metropolitana de Barcelona, donde vive la mitad de la población catalana, acaba de aprobar un nuevo sistema de tasas que se aproxima al criterio de que "quien contamina paga". La tasa (entre 4.000 y 12.000 pesetas al año) se calcula teniendo en cuenta la producción de basura, la superficie de las viviendas y el consumo de agua. Para que nadie escape al pago, se incluirá -separada, eso sí- en la factura del agua.

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