Tribuna

A propósito del tratamiento de la hepatitis C

El día 4 de enero apareció en EL PAÍS la noticia La terapia combinada triplica el índice de curación de la hepatitis C. En el texto se hacen algunas afirmaciones, atribuidas a los doctores Rafael Esteban Mur y Ricardo Moreno -sin duda destacados expertos a quienes respeto y admiro- que, tal como se exponen y leídas por personas que no conozcan el tema, pueden despertar expectativas que estimo prematuras e infundadas, e inducir además una demanda de tratamiento y, en consecuencia, de gasto inadecuada.Se afirma que la actual tasa de curación podría incrementarse hasta alcanzar el 65% en un futur...

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El día 4 de enero apareció en EL PAÍS la noticia La terapia combinada triplica el índice de curación de la hepatitis C. En el texto se hacen algunas afirmaciones, atribuidas a los doctores Rafael Esteban Mur y Ricardo Moreno -sin duda destacados expertos a quienes respeto y admiro- que, tal como se exponen y leídas por personas que no conozcan el tema, pueden despertar expectativas que estimo prematuras e infundadas, e inducir además una demanda de tratamiento y, en consecuencia, de gasto inadecuada.Se afirma que la actual tasa de curación podría incrementarse hasta alcanzar el 65% en un futuro inmediato. La palabra curación significa: "Acción y efecto de curar o curarse" y curar, en la acepción más adecuada a nuestro contexto, quiere decir: "Hacer desaparecer cierta enfermedad" (María Moliner, Diccionario de uso del español, Gredos, Madrid, 1988, pág. 845). Desgraciadamente, lo que ocurre, en realidad, con la hepatitis C dista de ser una curación. No podemos confundir curación con "respuesta al tratamiento", que estoy seguro que es la expresión que habrán empleado mis ilustres colegas. En el caso de la afección que nos ocupa, no se ha podido observar todavía durante un periodo suficiente de tiempo la evolución de un número adecuado de enfermos como para poder saber qué proporción de enfermos se cura realmente.

Cuando se habla de "respuesta al tratamiento" nos estamos refiriendo, según los casos, a: 1. Disminución de la cantidad de virus circulantes, que es lo que se mide, hablando en términos comprensibles para el no profesional, con la determinación de RNA viral. 2. Disminución de las cifras de transaminasas (que miden, más o menos, la cuantía de destrucción de células del hígado). 3. Mejoría de las características microscópicas del hígado en biopsias repetidas. 4. Mejoría subjetiva del enfermo, parámetro éste de poca utilidad en este caso, puesto que una gran parte de los enfermos están asintomáticos a lo largo de muchos años, sin que ello guarde relación con la situación real de sus hígados. En el lenguaje que emplean quienes se ocupan del estudio de este tipo de pacientes se viene aceptando como "respuesta mantenida" el hecho de que el enfermo mantenga durante 6 o, a lo sumo, 12 meses, tras concluir el tratamiento, bien niveles de transaminasas normales, bien negatividad del RNA viral, o bien mejoría del aspecto de la biopsia.

Cuando se consultan las grandes bases de datos de la literatura médica (Medline, en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, y similares), se constata que ningún estudio de los que recogen dichas bases conlleva observaciones de más de un año tras suspender el tratamiento, tanto con Interferón solo, como con Interferón y Ribavirina asociados. Por otra parte, la mayoría de ellos señala que una gran proporción de enfermos recae cuando se suspende la medicación. Es también bien sabida que la proporción de los que responden depende, entre otras cosas, del llamado genotipo (características genéticas) del virus causante, del que hay varios, y que los infectados por el virus genotipo 1b, responden en muy poca proporción. Lamentablemente, este genotipo es muy frecuente en los enfermos españoles.

Es cierta la afirmación de que, a relativamente largo plazo, una parte significativa de enfermos de hepatitis C desarrolla una cirrosis, un cáncer de hígado o ambas cosas. Sin embargo, no existen todavía, o al menos no están recogidos aún en las bases de datos mencionadas, estudios que hayan durado suficiente tiempo como para poder afirmar que el tratamiento evite o disminuya la frecuencia de estas complicaciones, aunque sea lógico pensar que un tratamiento que verdaderamente cure la hepatitis disminuirá o eliminará estos riesgos. Por otra parte, los tratamientos con Interferón y con Ribavirina durante los periodos en los que se aplican actualmente, comportan un número no desdeñable de complicaciones que, en aras a la brevedad, no enumeraré y, de momento, es imposible saber lo que ocurriría si se aplicaran durante periodos más largos.

En mi modesta opinión, el mensaje que hay que transmitir a los ciudadanos es: 1. Que la hepatitis C es un serio problema sanitario en España y otros muchos países. 2. Que las medidas para evitar el contagio que se están tomando en los últimos años conducirán, muy probablemente, a una disminución del número de personas infectadas en el futuro. 3. Que es muy probable que, al cabo de unos años, gracias a las investigaciones de, entre otros muchos, los ilustres colegas mencionados, se introduzcan tratamientos que resuelvan o alivien mejor el problema. 4. Que, en consecuencia, deben promoverse y financiarse estas investigaciones y que los enfermos portadores de esta enfermedad deben acceder de buen grado a formar parte de grupos en los que, con las debidas garantías, se estudie la respuesta a éstos y a otros fármacos. 5. Que la disponibilidad de una vacuna, como la que ya existe para la hepatitis B, cambiará radicalmente el panorama de la hepatitis C.

Diego Reverte Cejudo es jefe del servicio de Medicina Interna del Hospital General de Segovia.

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