TRIBUNALES

Un año de cárcel por homicidio al dueño de un perro que mató a dentelladas a un niño en Palma de Mallorca

Alfredo Cordero Lanza, el propietario del perro dogo argentino Copi que en enero de 1999 mató a dentelladas al niño de cuatro años Miguel Hiraldo mientras éste jugaba en el patio de su casa, en Can Picafort, Mallorca, ha sido condenado a un año de cárcel por homicidio imprudente.En la sentencia que firma el juez Carlos Izquierdo se señala que el dueño del can no ejerció "el deber del cuidado" de un animal "potencialmente peligroso y dañino", que atacó "sin que mediara una provocación ni una llamada de terceros".

El mortal ataque sucedió cuando el perro circulaba por la calle suelto y si...

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Alfredo Cordero Lanza, el propietario del perro dogo argentino Copi que en enero de 1999 mató a dentelladas al niño de cuatro años Miguel Hiraldo mientras éste jugaba en el patio de su casa, en Can Picafort, Mallorca, ha sido condenado a un año de cárcel por homicidio imprudente.En la sentencia que firma el juez Carlos Izquierdo se señala que el dueño del can no ejerció "el deber del cuidado" de un animal "potencialmente peligroso y dañino", que atacó "sin que mediara una provocación ni una llamada de terceros".

El mortal ataque sucedió cuando el perro circulaba por la calle suelto y sin bozal en compañía de otro animal de presa, un dogo de Burdeos, propiedad de la familia Cordero. El condenado atribuyó a su hijo, menor de edad, el control de Copi en el momento del ataque.

La estrategia de la defensa obtuvo el apoyo de un testigo que relató cómo el hijo del propietario confesó, llorando en la calle, tras la agresión mortal del perro, que se le había escapado. La acusación particular sostenía que los dos canes eran soltados en la calle de manera habitual o se escapaban con frecuencia de la tutela del dueño.

Copi, según el fallo, merecía de su propietario "un control extremo, en grado sumo, prácticamente en el máximo imaginable habida cuenta las probadas circunstancias concurrentes en el caso".

El juez afirma que el progenitor no asume la responsabilidad de su hijo, sino que es el autor del delito porque "fue él quien infringió el deber del cuidado que le obligaba al estricto y permanente control del perro", una función, además, que no podía encomendarse a un adolescente de 15 años.

El perro fue sacrificado por orden judicial y a petición del propietario semanas después de la muerte del niño. Era un animal que tenía antecedentes como violento y mordedor. Fuera del control doméstico, en otra ocasión, había entrado en el colegio público para ir contra un grupo de escolares, un caso con heridos, que llegó a los juzgados. En el juicio se descubrió que el hijo del dueño del can fue también víctima de un ataque.

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