Crítica:

Tocando el cielo

Ray Davies, una leyenda viva del rock, triunfa en Madrid

Desde luego, el grupo de asistentes que abarrotó el recinto sintió algo parecido a tocar el cielo, contemplando en vivo a una leyenda viva del rock. Ray Davies triunfó en España, el país en el que casi duerme en comisaría tras su primera actuación aquí en 1966, comprobando cómo la gente coreaba sus canciones, mientras por la mente de todos pasaban mil imágenes repletas de emociones nostálgicas.El montón de canciones que ha firmado Davies a lo largo de su vida son extraordinarias composiciones, llenas de belleza, inteligencia, riqueza armónica y gusto, y buena prueba de lo dicho es que, aunque ...

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Desde luego, el grupo de asistentes que abarrotó el recinto sintió algo parecido a tocar el cielo, contemplando en vivo a una leyenda viva del rock. Ray Davies triunfó en España, el país en el que casi duerme en comisaría tras su primera actuación aquí en 1966, comprobando cómo la gente coreaba sus canciones, mientras por la mente de todos pasaban mil imágenes repletas de emociones nostálgicas.El montón de canciones que ha firmado Davies a lo largo de su vida son extraordinarias composiciones, llenas de belleza, inteligencia, riqueza armónica y gusto, y buena prueba de lo dicho es que, aunque fueran interpretadas con el único concurso de un almirez o una botella de anís, seguirían sonando bien y resultando impresionantes a los oídos de cualquiera que disfrute con la buena música.

Rock / Ray Davies Ray Davies (voz y guitarra) y Pete Mathison (guitarra)

Palacio de Congresos y Exposiciones. 4.500 y 5.000 pts. Madrid, Sábado 22 de Enero

Ray apareció y disparó a bocajarro los acordes de Lola y el personal respondió al coro entusiasmado. La segunda fue Sunny Afternoon y todo el mundo empezó a salivar como los perros de Pavlov.

Mr. Davies comenzó entonces a entonar la historia del grupo al que ha dedicado su vida, The Kinks, y con el que, lejos de la entrada oficial en el olimpo de Beatles o Rolling Stones, ha conocido todo tipo de sinsabores, la trastienda de un negocio lleno de lentejuelas y posturitas. Una historia que empezó en su hogar cuando hacía canciones junto a su hermano Dave en lo que él llama the front door, el domicilio de sus paraísos perdidos.

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