Tribuna:

Gerediaga

JOSÉ MANUEL ALONSO

La asociación Gerediaga lleva 34 años organizando la Feria del Libro y Disco Vasco de Durango, auténtico encuentro de la cultura vasca en diciembre. Volviendo la vista atrás, su mérito es incuestionable. No porque lo haga ahora, pese a las dificultades de ubicación y el déficit que denuncian por falta de ayuda institucional, sino porque lo han mantenido con dignidad desde los 60, cuando la cultura vasca estaba sometida a la amenaza permanente. Años, además, en que se justificaba la desaparición o no autorización de sociedades alegando que el dinero público y tambié...

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JOSÉ MANUEL ALONSO

La asociación Gerediaga lleva 34 años organizando la Feria del Libro y Disco Vasco de Durango, auténtico encuentro de la cultura vasca en diciembre. Volviendo la vista atrás, su mérito es incuestionable. No porque lo haga ahora, pese a las dificultades de ubicación y el déficit que denuncian por falta de ayuda institucional, sino porque lo han mantenido con dignidad desde los 60, cuando la cultura vasca estaba sometida a la amenaza permanente. Años, además, en que se justificaba la desaparición o no autorización de sociedades alegando que el dinero público y también el privado "debían ir a otros usos y conveniencias más lucrativas". En Durango, sin embargo, Gerediaga demostró lo contrario y mantuvo la feria, en la que los escritores (recuerdo a Barandiarán, Mitxelena, Aresti, entre otros) proclamaban "el valor de la lengua y la cultura vasca y su continuidad pese a tantas persecuciones".

Ahora todo parece más sencillo, pero no lo es. Sigue habiendo problemas. La feria es una auténtica explosión de stands (240), de editoriales y empresas, escritores, traductores y músicos, y sobre todo de público. Y todo ello en una carpa. Dicen que en la edición de esta semana pasada han asistido 140.000 personas y que parecen pocas comparadas con las 200.000 del año pasado. No es de extrañar el bajón, que no lo es por pérdida de interés. Ni por el esfuerzo de los organizadores. Ni por ausencia de actividades paralelas (que siguen faltando porque no tienen cabida) o la carencia (salvo excepciones) de la nuevas tecnologías. No lo es sólo por eso, sino sobre todo porque Durango está reclamando (desde los 60) un recinto capaz de albergar tanto interés por la cultura vasca en un momento único y que debería ampliarse, probablemente, a otros sectores, y si no se hace será por falta de espacio.

¿Por qué no se apuesta de una vez por un recinto adecuado a estos tiempos del resurgir de la cultura? ¿Por qué no hacer de diciembre, y no de cuatro o cinco días, el mes de la cultura vasca en Durango y/o en zonas próximas? Seguro que esas 200.000 personas que ahora se añoran serían muchas más y todas lo agradecerían, y de ello se beneficiaría la cultura vasca.

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