PASO HISTÓRICO EN EL ULSTER

Irlanda del Norte estrena autonomía

La reina firma la ley que pone en manos de unionistas y republicanos el destino de la provincia

La última campanada de medianoche trajo finalmente esta madrugada a Irlanda del Norte el más promisorio experimento de paz en la historia del Ulster, y por primera vez colocó en manos de unionistas y republicanos el destino de la turbulenta provincia donde en tres décadas de violencia sectaria los únicos ganadores han sido los sepultureros. Irlanda del Norte entra en una histórica fase de reconciliación y democracia experimentales. Ayer por la tarde todo estaba listo en el castillo de Stormont para la apertura esta mañana de la inauguración del Gobierno presidido por David Trimble, el jefe del...

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La última campanada de medianoche trajo finalmente esta madrugada a Irlanda del Norte el más promisorio experimento de paz en la historia del Ulster, y por primera vez colocó en manos de unionistas y republicanos el destino de la turbulenta provincia donde en tres décadas de violencia sectaria los únicos ganadores han sido los sepultureros. Irlanda del Norte entra en una histórica fase de reconciliación y democracia experimentales. Ayer por la tarde todo estaba listo en el castillo de Stormont para la apertura esta mañana de la inauguración del Gobierno presidido por David Trimble, el jefe del Partido Unionista del Ulster (UUP), y cuyo Gabinete de 10 miembros incluye a dos prominentes figuras del Sinn Fein, el frente político del IRA.

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En ese imponente edificio neoclásico construido en 1932, que hasta no hace mucho repudiaban los republicanos como símbolo de la vieja dominación de los unionistas probritánicos, brigadas de técnicos electrónicos instalaban ordenadores. Los albañiles daban los últimos afeites a paredes y portales, mientras los nuevos ministros trataban de familiarizarse con empleados públicos y subordinados en un amigable ambiente que combinaba la jovialidad con el nerviosismo.El olor de pintura fresca se mezclaba incómodamente con el aroma que emanaba de la flamante cafetería subterránea. Era tan extraño ese olor como el espectáculo que ofrecía el restaurante, donde se podía ver, bajo una óptica un tanto surrealista, el primer producto del actual proceso político en marcha: Ian Paisley, el septuagenario y furibundo predicador protestante que dirige el intransigente Partido Democrático del Ulster (DUP), contrario al acuerdo de paz, guardaba cola para pagar un plato de arroz con pollo, no lejos de Jerry Kelly, el apuesto y encorbatado cerebro militar del IRA, que parecía indeciso ante la opción que ofrecían las hamburguesas y las ensaladas. No intercambiaron miradas.

Los enemigos mortales de ayer comían bajo el mismo techo y las únicas armas de los guardaespaldas habían sido reemplazadas por teléfonos portátiles. A la entrada de Stormont hay una salita donde, discretamente y a cambio de una pequeña tarjeta verde, todo el que lleva una pistola debe depositarla en una guardarropía especial; un recinto que los guías turísticos del castillo que atendían a grupos de escolares protestantes y católicos se encargaron de ocultar a sus visitantes para no darle drama a la situación.

"Ojalá todo esto funcione", dijo una quinceañera protestante del vecino colegio de Saint William, mientras ella y su grupo se hacían fotografiar alegremente en las mismas escalinatas de mármol que tanto Trimble y sus otrora enconados enemigos como Gerry Adams y Martin McGuinness ascienden desde hace dos días para llegar a sus nuevos despachos.

Aunque con buenos augurios de Londres, Dublín y Washington, el Gobierno autónomo del Ulster -con Trimble a la cabeza y seguido en importancia por Seamus Mallon, el número dos del Partido Social Demócrata y Laborista (SDLP) de John Hume, y también el número dos del Gobierno en su calidad de viceprimer ministro-, nace inevitablemente bajo el signo de la incógnita.

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Es una incógnita que ambas cámaras del Parlamento británico -los Lores y los Comunes, conscientes del coste económico de mantener bajo directo control al Ulster- trataron el martes de diluir con su respaldo a la "devolución" de poderes a las nuevas autoridades de la provincia. Tras la rimbombante pero técnicamente obsoleta demostración de su existencia, los Lores pasaron la ley de devolución a los Comunes. En esa Cámara, el voto fue apabullante: 318 votos a favor y 10 en contra. El ampliamente predecible y formal trámite de pasar la legislación a la pluma de la reina Isabel II fue fácil. "Aprobado", fue la única palabra que utilizó la soberana para sellar, bajo su regia firma, el proyecto de autonomía para el Ulster. Fue un trámite rápido destinado a acelerar la separación político-administrativa. Pero, en la práctica, Londres continuará manejando, a través del ministro para Irlanda del Norte, Peter Mandelson, el controvertido brazo derecho del primer ministro laborista, Tony Blair, las tareas clave de seguridad y recaudación de impuestos.

En Belfast no hubo explosión de ningún tipo. Ni de rabia, en forma de balas, ni de júbilo, en forma del descorchamiento de botellas de champán. Acostumbrados como están los norirlandeses a las incontables fórmulas para mejorar sus vidas y aquellas de sus generaciones venideras, las palabras que brotaban de una vendedora de zapatos, de un banquero, de un agente turístico, de un policía de tráfico, de tres universitarios, denotaban un puro escepticismo.

Economía sólida

Fue una joven vendedora de champú en una de las nuevas tiendas que brotan ante la ilusión de una economía sólida quien resumió la situación y las expectativas de su país con un cansancio, una fatiga casi palpable, quien se encargó de resumir el sentimiento de su generación. "Con tal de que nos dejen vivir en paz..."

La agenda del Gobierno que se instala hoy en el Ulster es tan mayúscula como aquella de los constructores del Titanic, la famosa nave que trágicamente salió de los astilleros de Belfast el 15 de abril de 1915: desarmar a los paramilitares de ambos bandos. El IRA se ha comprometido a designar hoy un interlocutor ante la Comisión Internacional de Desarme presidida por el general canadiense John de Chastelain. Los lealistas, al igual que los unionistas de Trimble, esperan hechos concretos (en la forma de una rendición) hacia febrero, tres meses antes de la prevista fecha aceptada por los mediadores para obtener una muestra de su vocación de paz.

El IRA, en consonancia con previas expresiones del Sinn Fein, dijo el martes que no está dispuesto a tolerar plazos. Pero también aseguró que respetará su compromiso de desarme. Trimble ya ha dejado claro que, en caso de no ver progresos en la mecánica de entregar sus armas en febrero, dimitirá de su partido y del Gobierno. El Consejo celebrado el sábado por su partido aprobó por un 58% de los votos la nueva política de Trimble de formar gobierno con el Sinn Fein antes del desarme, pero con un plazo: febrero.

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