Tribuna:

Seis clavos

JOSÉ MANUEL ALONSO

Iba para pintor, como su amigo y casi paisano Pablo Picasso, y fue la muerte de su padre la que le hizo coger un papel y un lápiz para escribir su primera poesía. En aquel entonces, con 17 años, Rafael Alberti no lloraba ("y menos delante de otros ojos que no fueran los míos"), pero , al describir a su padre, no pudo evitar, desde aquellos primeros versos, hacer una referencia al arte: "Tu cuerpo, / largo y abultado / como las estatuas del Renacimiento". Y tampoco pudo evitar que, al final de su vida, llegara a escribir, como decía Picasso que él llegó a pintar: igual...

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JOSÉ MANUEL ALONSO

Iba para pintor, como su amigo y casi paisano Pablo Picasso, y fue la muerte de su padre la que le hizo coger un papel y un lápiz para escribir su primera poesía. En aquel entonces, con 17 años, Rafael Alberti no lloraba ("y menos delante de otros ojos que no fueran los míos"), pero , al describir a su padre, no pudo evitar, desde aquellos primeros versos, hacer una referencia al arte: "Tu cuerpo, / largo y abultado / como las estatuas del Renacimiento". Y tampoco pudo evitar que, al final de su vida, llegara a escribir, como decía Picasso que él llegó a pintar: igual que lo hace un niño. Como no pudo evitar quedarse prendido de las costas del Cantábrico. Fue tan grande su emoción ("ante esa masa fosca y brava tan diferente a la mansa y azul de mi bahía de Cadiz") que dejó una canción en cada pueblo marinero. La primera de todas, ésta, desde Laredo: "¡Perdonadme, marineros, / sí, perdonadme que lloren / mis mares chicas del sur / ante las mares del norte!" Mar y mares, de ellos formó parte Alberti, siempre, viviéndolos desde dentro.

Sin embargo, de todos los entusiasmos y poesías de Rafael Alberti me quedo con su Condena. Él mismo escribió que nunca se sintió más orgulloso de ser un poeta comprometido que con aquel poema dedicado a Franco con motivo del Proceso de Burgos: "Del generalísimo Franco", escribía, "decía por ahí la gente que no era "inmortal" sino "inmorible": tanto tardaba en entregar a Dios su alma y su mano casi paralítica de firmar penas de muerte. Pero esta vez no iba a poder hacerlo, pues aquellos seis bravísimos vascos del proceso de Burgos, levantaron en el mundo tal oleada de protestas, que se lo impidió. Se llamaban Izco, Uriarte, Larena, Gorostidi, Onaindia y Dorronsoro. Yo me apresuré a escribir un breve poema en el que predecía que si los mataba ellos serían los seis clavos de su caja". Aquel poema podría haberlo titulado Seis clavos y comienza así: "Si los condenas a muerte / si los matas, / ellos serán los seis clavos / de tu caja, / los seis clavos de tu vida, / los últimos, si los matas".

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