44º FESTIVAL DE VALLADOLID

Llega la poesía visual de Abbas Kiarostami

El viento nos llevará es la última obra de Abbas Kiarostami. La producción es francesa y muy solvente, lo que permite al gran cineasta iraní, siempre atrapado en presupuestos caseros, desplegar con abundancia de medios la genial elocuencia de su poesía visual. Un francés, el marsellés Robert Guédiguian, recibió también un cálido homenaje tras la proyección de A la vida, a la muerte, película que realizó en 1995. Y una francesa, la debutante Sólveig Anspach, aportó Sin desmayo, una delicada y bella película sobre el amor y el dolor llevados a sus últimos límites.

España cerró sus aportac...

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El viento nos llevará es la última obra de Abbas Kiarostami. La producción es francesa y muy solvente, lo que permite al gran cineasta iraní, siempre atrapado en presupuestos caseros, desplegar con abundancia de medios la genial elocuencia de su poesía visual. Un francés, el marsellés Robert Guédiguian, recibió también un cálido homenaje tras la proyección de A la vida, a la muerte, película que realizó en 1995. Y una francesa, la debutante Sólveig Anspach, aportó Sin desmayo, una delicada y bella película sobre el amor y el dolor llevados a sus últimos límites.

España cerró sus aportaciones con dos excepcionales trabajos documentales realizados en coproducción, una con Francia, Buenaventura Durruti, vida y muerte de un anarquista, dirigida por Jean-Louis Comolli, y protagonizada por el grupo teatral Els Joglars; y otra con Argentina, Botín de guerra, dirigida por David Blaustein, en la que se lleva a cabo una sobrecogedora indagación en uno de los abismos del genocidio argentino: la siniestra galería que conduce desde la lucha de las Madres del Mayo a los hilos sueltos del secuestro por los militares genocidas argentinos de los niños que parían las mujeres que secuestraban y asesinaban. El silencioso estruendo de esta espantosa salvajada toma por fin cuerpo en la voz turbadora de algunos de esos niños robados, ya convertidos en adultos.La hermosura de El viento nos llevará indigerible por quienes rechazan un cine no narrativo, carente de relato, sin historia ni acción, hecho con sutiles combinaciones metafóricas de tiempos, climas, sonidos, paisajes humanos, compuesta por mínimos sucesos que apiñados conforman un gran suceso, volvió a elevar hasta lo insuperable la alta temperatura artística de este festival, o festín, de cine. Porque el de Kiarostami es un cine hilado con pura poesía visual, muy por encima de cualquier otro el más libre y refinado que hoy se hace.

El resto fue cine francés. En primer lugar, con la proyección de A la vida, a la muerte, culminó el homenaje al marsellés Robert Guédiguian, que incluyó la proyección de sus ocho largometrajes y que se cerró ayer con un encuentro del cineasta con el público, donde se tiró de los hilos tendidos por el recién editado libro de Esteva Riambau sobre este gran artista.

Y en segundo lugar, con el paso por el concurso de Sin desmayo, una sobria y elegante indagación en el doloroso asunto de una mujer embarazada de cinco meses a quien diagnostican un cáncer de mama y, obligada a optar entre iniciar una durísima cura por quimioterapia y la vida de su bebé, rechaza esta alternativa y elige ambas vidas, la suya y la del niño. La actriz que interpreta a esta notable mujer, capaz de dar una respuesta optimista a una encrucijada de interrogaciones brutalmente pesimistas, se llama Karin Viard y hace vivible y reconfortante, el amargo pero libre salto desde la plenitud a la agonía o, si se quiere, desde la cuna a la tumba. Película compleja resuelta con esa admirable sencillez expositiva que sólo se encuentra en las películas de los directores debutantes, como es el caso de Sólveig Anspach.

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