GENTE

REVUELTA DE "CHEFS"

Los cocineros no han querido quedarse atrás. Si José Bové, el pastor que el pasado verano se convirtió, después de incendiar un McDonald´s, en el defensor de la comida natural frente a la sale bouffe -la comida basura- es hoy uno de los héroes más queridos de los franceses, el millar largo de cocineros y grandes chefs que ayer desfilaron por París hasta el Palais Bourbon, sede de la Asamblea Nacional, protestaba también en nombre de la buena alimentación, de la democratización de los precios y, sobre todo, en contra de lo que estiman privilegios para los locales fast-food (comida rápida). Para...

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Los cocineros no han querido quedarse atrás. Si José Bové, el pastor que el pasado verano se convirtió, después de incendiar un McDonald´s, en el defensor de la comida natural frente a la sale bouffe -la comida basura- es hoy uno de los héroes más queridos de los franceses, el millar largo de cocineros y grandes chefs que ayer desfilaron por París hasta el Palais Bourbon, sede de la Asamblea Nacional, protestaba también en nombre de la buena alimentación, de la democratización de los precios y, sobre todo, en contra de lo que estiman privilegios para los locales fast-food (comida rápida). Para poder acceder hasta el Parlamento hubo que batallar de firme. Las barrigas considerables de algunos chefs no les impidieron lanzar con gran puntería centenas de huevos -fresquísimos- contra los sorprendidos policías. Estos, cuando comprendieron que tras los huevos venía la harina y quizás el azúcar y que sus uniformes iban a tener un aspecto lamentable, contraatacaron. 58 cocineros fueron detenidos, uno de ellos acusado de comportamiento violento.No en vano los maestros de los fogones, cuando se les acabaron los proyectiles con cáscara, optaron por lanzar vallas metálicas. Parece que una comida previa, bien regada y culminada con los mejores licores, multiplicó fuerzas y entusiasmo entre las filas de los restauradores y los gases lacrimógenos de los agentes no lograron aplacar la revuelta. El motivo de la protesta, que se inscribe en la misma lógica que la defensa de la excepción cultural, tiene una formulación más prosaica. Los restaurantes hacen pagar a sus clientes un IVA del 20,6% mientras que quiénes optan por comprar pollo rebozado, hamburguesas con queso o sushi envasado al vacio para comerlo en casa, sentados en un banco de un jardín o en el mismo despacho o taller sólo tienen que abonar un recargo del 5,5% en concepto de IVA. "Es un caso flagrante de competencia desleal", afirmaba el cocinero del Coq enragé (el Gallo rabioso), un local de los alrededores de París. "Los dos damos de comer pero nosotros ofrecemos calidad y servicio, tenemos a más empleados y a cambio se nos penaliza".- ,

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