LA MAESTRANZA

No hubo lección

Ni Pepe Luis Vázquez ni su subalterno Manuel Ruiz Aranda tuvieron suerte. El primero, a la sazón director artístico de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, no pudo dictar lección magistral alguna porque le tocaron en suerte dos bueyes inválidos y mansos; el banderillero, porque tuvo arrestos para recibir al manso cuarto, que lo arrolló al primer capotazo y le infirió una cornada de carácter menos grave en el muslo izquierdo.No es fácil adivinar el ánimo de Pepe Luis, pero su magisterio al frente de los jóvenes toreros sevillanos le ofrecía un aliciente añadido a su actuación. Sin embargo, no ...

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Ni Pepe Luis Vázquez ni su subalterno Manuel Ruiz Aranda tuvieron suerte. El primero, a la sazón director artístico de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, no pudo dictar lección magistral alguna porque le tocaron en suerte dos bueyes inválidos y mansos; el banderillero, porque tuvo arrestos para recibir al manso cuarto, que lo arrolló al primer capotazo y le infirió una cornada de carácter menos grave en el muslo izquierdo.No es fácil adivinar el ánimo de Pepe Luis, pero su magisterio al frente de los jóvenes toreros sevillanos le ofrecía un aliciente añadido a su actuación. Sin embargo, no pudo ser. Lo intentó, es verdad, pero no es Pepe Luis hombre de jugarse el tipo en batallas tan desiguales. Llevaba el torero un traje verde y oro, gastado el oro por el tiempo, que envolvía la prestancia de quien siempre pudo ser, esa fue su lección: su saber estar, su colocación, el sabor añejo que desprende su figura delante del toro o el regusto de las tres verónicas que le dio a su segundo. No hubo más porque no fue posible. Su primero era una birria, inválido y parado, al que probó sin fortuna por ambos lados. Con cara de pocos amigos, entre abatido y decepcionado, tomó el torero el estoque, lo pinchó a su manera y el toro se echó. Peor fue lo del segundo, manso y deslucido, al que Pepe Luis pasó con precauciones, conmocionado quizá por la espectacular voltereta de su subalterno. No se confió, pero tampoco el toro merecía ninguna confianza. Le quitó las moscas y lo mató como pudo.

Órtega / Vázquez, Silvera, Pedrito

Toros de José Ortega, (el 4º sobrero), bien presentados, astifinos, descastados y mansos.Pepe Luis Vázquez: pinchazo y el toro se echa (silencio). Tres pinchazos y ocho descabellos (silencio). Emilio Silvera: pinchazo y media estocada (ovación). Tres pinchazos y media contraria (silencio). Pedrito de Portugal: estocada (silencio). Tres pinchazos y un descabello (silencio). Plaza de la Maestranza, 15 de agosto. Menos de media entrada.

El onubense Emilio Silvera ha cumplido 13 años como matador de alternativa y hasta ayer no debutó en La Maestranza. Le salió un toro noble y con recorrido, su primero, y lo desaprovechó. También es mala pata tanta espera para tal desaguisado. Tiene ganas de triunfo, como no podía ser menos, pero le traicionaron los nervios y pasó por alto una ocasión de triunfo. Lo recibió a la verónica con gallardía y gusto, pero su faena de muleta fue un auténtico borrón. El animal tenía nobleza, fijeza y recorrido, pero el torero no dio una a derechas. Todos los pases le salieron enganchados. Al final, consiguió tres naturales largos y hondos que engrandecieron más al toro que al torero. Siguieron los enganches y todo quedó en un decepcionante quiero y no puedo. Su labor no pudo mejorar en el quinto, un toro manso y poco propicio que no le permitió ninguna floritura. Lo intentó, muy decidido, pero todo quedó en un gesto de buena voluntad. Pedrito de Portugal, tampoco dejó nada para el recuerdo. Su primero, otro inválido, sólo le permitió estar aburridísimo. El último, un manso de libro, se dejó torear en varias tandas por el lado derecho en las que el torero porfió con voluntad y escaso brillo.

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