WOODSTOCK 99, TREINTA AÑOS DESPUÉS

Versión comercial del espíritu de una época

Con más de 500 médicos, 22 ambulancias, 14.000 colchones, 1.200 guardias de seguridad, un total de 450 personas encargadas de la recogida de basura y electricidad suficiente para alumbrar a una ciudad de 25.000 habitantes, el festival Woodstock 99, que concluyó ayer en Rome, Nueva York, no dejó demasiado lugar para la improvisación. Al contrario que en 1969, cuando una masa de 450.000 personas sorprendió a los organizadores desbordando cualquier tipo de previsión, casi todo estuvo bajo control en tres días de conciertos en los que el espíritu de "paz, amor y música" de los sesenta pareció ser ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Con más de 500 médicos, 22 ambulancias, 14.000 colchones, 1.200 guardias de seguridad, un total de 450 personas encargadas de la recogida de basura y electricidad suficiente para alumbrar a una ciudad de 25.000 habitantes, el festival Woodstock 99, que concluyó ayer en Rome, Nueva York, no dejó demasiado lugar para la improvisación. Al contrario que en 1969, cuando una masa de 450.000 personas sorprendió a los organizadores desbordando cualquier tipo de previsión, casi todo estuvo bajo control en tres días de conciertos en los que el espíritu de "paz, amor y música" de los sesenta pareció ser sustituido por otro más lúdico y comercial.Woodstock 99 demostraba el viernes su nueva identidad y la de sus asistentes con largas colas a la entrada de una tienda blanca con acceso a Internet y envíos de mensajes por correo electrónico. En el escenario, James Brown interpretaba su Sex machine y competía en la atención del público con una caravana desde cuyo interior se podía jugar gratis durante 15 minutos a los videojuegos de una famosa marca comercial. El precio de 150 dólares, unas 24.000 pesetas por entrada, parece ajustarse al momento especial que vive Estados Unidos con una economía boyante en la que la juventud considera que "ya no es necesario luchar por la paz". Para muchos de los asistentes a Woodstock 99, batallas como la de la liberación de la mujer han sido ya ganadas y ven normal que los escenarios gigantes del festival se situaran sobre una antigua base militar, y los más de 50.000 coches llegados al recinto se aparcaran en hangares destinados a bombarderos B-52.

Para Pete Townshend, del grupo The Who, las cosas fueron muy distintas hace 30 años: "Entonces, todo era caótico..., lo que pasaba en el escenario estaba fuera de toda comprensión... Hubo cadáveres, gente vomitando, gente con malos viajes..., y, sin embargo, lo único que sabía decir todo el mundo era: "¿No es fantástico?".

Carlos Santana, prácticamente un desconocido cuando se subió por primera vez en 1969 al escenario de Woodstock, también recuerda el aspecto "salvaje" del concierto original: "Era como estar viendo un océano de pelo, dientes, ojos y manos".

Woodstock pasó a la historia como un ejemplo de afortunada improvisación en el que artistas como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Joan Báez, Joe Cocker o Santana descubrirían el contacto directo con un público dispuesto a vivir el espíritu de una época. Treinta años después, el único problema real de los 200.000 asistentes, según la organización, fueron las extremadas temperaturas.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En