Cartas al director

Fisac y los bárbaros

Desde la ventana del estudio contemplo el triste espectáculo de la paulatina demolición de La Pagoda que Miguel Fisac proyectó para sede de los laboratorios Jorba. Mientras el brazo alzado de la pala excavadora va derribando uno de los edificios emblemáticos del paisaje madrileño y de la arquitectura española del siglo que acaba -con la misma indiferencia con la que el asno aplasta una mosca de un coletazo, con la que una rata roe las páginas de un incunable..., con igual incuria, cuando no encono, con la que el Estado vuelve a la miseria cultural de tiempos pasados, volcándose, por ejemplo, e...

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Desde la ventana del estudio contemplo el triste espectáculo de la paulatina demolición de La Pagoda que Miguel Fisac proyectó para sede de los laboratorios Jorba. Mientras el brazo alzado de la pala excavadora va derribando uno de los edificios emblemáticos del paisaje madrileño y de la arquitectura española del siglo que acaba -con la misma indiferencia con la que el asno aplasta una mosca de un coletazo, con la que una rata roe las páginas de un incunable..., con igual incuria, cuando no encono, con la que el Estado vuelve a la miseria cultural de tiempos pasados, volcándose, por ejemplo, en la macabra búsqueda de reliquias óseas comercializables (Franco se conformó con un brazo), mientras reduce a polvo lo que sí es, era ya, patrimonio cultural del país-, siete letras me suben desde la boca del estómago, comprimen la garganta y amargan la boca: bestias.-

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